En el emblemático Cementerio de Colón en La Habana, descansan los restos de algunos de los afortunados sobrevivientes del trágico hundimiento del Titanic, el desastre marítimo más devastador en tiempos de paz. Entre ellos se encuentran cuatro españoles que, tras sobrevivir a la catástrofe, encontraron refugio en Cuba: Julián Padró, un joven chófer de Barcelona de 26 años; Emilio Pallás, panadero de 29 años; y las hermanas Florentina y Asunción Durán, de 30 y 26 años respectivamente.
Tras ser rescatados por el Carpathia y llevados a Nueva York, una compañía naviera les facilitó el viaje a Cuba a bordo del Monterrey, donde fueron acogidos en el hotel La Perla de Cuba. Aún marcados por el trauma, juraron nunca más volver a embarcarse en un buque, un voto que se presume mantuvieron hasta el final de sus días.
Julián Padró, con el tiempo, se convirtió en un próspero empresario en La Habana, controlando el transporte terrestre y acumulando una considerable fortuna en bienes inmobiliarios y tierras en Varadero. Él y Florentina, su prometida desde antes de la tragedia, vivieron en un lujoso palacete en el Reparto Palatino de La Habana. A pesar de no tener hijos, su unión perduró hasta el fallecimiento de Florentina en 1959.
Padró solía relatar cómo, en medio del caos por conseguir un lugar en los escasos botes salvavidas, logró salvarse milagrosamente al deslizarse por una soga hacia una de las barcas. Este acto desesperado lo separó de la suerte de muchos hombres que perecieron, acatando la norma de que mujeres y niños debían ser salvados primero.
En 1941, Padró fue naturalizado cubano, y permaneció en la isla hasta su muerte en 1968, a los 83 años. La pareja descansa en un mausoleo en el Cementerio de Colón, dejando un legado de supervivencia y prosperidad en suelo cubano.
Curiosamente, entre los pasajeros del Titanic también se encontraba un cubano, Servando José Florentino Ovies y Rodríguez, quien regresaba de vacaciones en Francia. A pesar de viajar en primera clase, Ovies no sobrevivió al desastre, y su cuerpo fue recuperado e identificado entre las víctimas. Su historia, junto con la de los sobrevivientes españoles, teje un vínculo singular entre Cuba y una de las mayores tragedias marítimas de la historia.
