En 1998, el central Benito Juárez, antes conocido como Zaza, en la provincia de Cienfuegos, comenzó a desvanecerse lentamente, marcando el inicio de un declive que aún perdura. La noticia de su cierre definitivo fue anunciada por funcionarios del Ministerio del Azúcar, quienes declararon que el ingenio no generaba las ganancias esperadas y, por tanto, cesaría su operación.
La desolación se apoderó del batey cuando los campos de caña, otrora fértiles, quedaron abandonados y cubiertos por el impenetrable marabú. Los habitantes del lugar presenciaron con impotencia cómo desmantelaban su central pieza a pieza, un golpe duro que dejó tras de sí solo promesas incumplidas y desesperanza.
Las autoridades prometieron que nadie quedaría desamparado y que se crearían nuevas fuentes de empleo. Sin embargo, estas promesas nunca se materializaron, dejando a la comunidad en un estado de abandono y olvido.
La única esperanza para muchos jóvenes del batey es encontrar trabajo en la Cayería Norte, aunque esta oportunidad no está al alcance de todos. Para aquellos que son demasiado mayores para emprender nuevos caminos, solo queda resignarse a la decadencia, al igual que las ruinas del central Zaza.
Alberto Cubas Pérez, un residente local que trabaja en la Casa de la Cultura, se ha negado a aceptar la pérdida del central y ha luchado incansablemente por preservar al menos el barracón del ingenio. Ha escrito innumerables cartas a diversas instituciones culturales y gubernamentales, proponiendo convertir el barracón en un museo afrocubano o en viviendas. Sin embargo, su lucha ha sido en vano, enfrentándose a la constante respuesta de que no hay recursos disponibles.
La historia del central Zaza, uno de los más antiguos de Cuba, es rica y significativa. A pesar de haber sobrevivido a numerosas crisis en el sector azucarero, su cierre en 1998 marcó el fin de una era. La comunidad, que una vez prosperó gracias al ingenio, ahora se enfrenta a la desolación, con servicios básicos reducidos a mínimos y un futuro incierto.
El batey del Zaza, con su potencial histórico y turístico, podría ser una atracción valiosa si se restaurara. Sin embargo, su ubicación fuera de los principales circuitos turísticos y la falta de interés en invertir en su preservación han condenado a la comunidad y a sus reliquias históricas al olvido.
Hoy en día, el batey del Zaza es un testimonio del abandono, donde solo crecen el marabú, el alcoholismo y la fe de los que buscan consuelo en la religión. La comunidad, alguna vez vibrante y llena de vida, ahora lucha por encontrar un rayo de esperanza en medio del olvido.