La odisea del café en Cuba se ha convertido en un verdadero calvario para los amantes de esta bebida, quienes se ven atrapados en un laberinto de promesas incumplidas, entregas parciales y constantes desilusiones. La situación se ha vuelto tan crítica que incluso obtener el tradicional «buche» de café, ese pequeño placer que proporciona la energía necesaria para enfrentar el día a día en medio de la crisis, se ha convertido en una tarea hercúlea.
Recientemente, el periódico oficialista Vanguardia de Cuba intentó ofrecer un rayo de esperanza a los villaclareños con la noticia de que hay café disponible… pero con un gran «pero». Según el medio, la Torrefactora cuenta con café, pero la falta de chícharos para mezclarlo ha detenido la producción. Esta noticia, lejos de aliviar la frustración de los consumidores, solo sirve para resaltar la ineficacia del régimen cubano en gestionar incluso las necesidades más básicas de su población.
En un intento por suavizar el golpe, Vanguardia anunció primero las «buenas noticias»: la distribución inminente de 20 onzas de frijoles por consumidor, correspondientes a los meses de febrero y marzo, y la llegada de la primera de varias ferro-cisternas de aceite. Sin embargo, estas promesas se ven empañadas por la realidad de un sistema que se tambalea, incapaz de cumplir con sus compromisos más elementales.
La Libreta de Abastecimiento, que durante décadas simbolizó el «contrato social» del régimen cubano, garantizando una supuesta equidad y seguridad alimentaria, se ha desmoronado bajo el peso de la llamada «continuidad». La incapacidad para proporcionar incluso la cuota de café, un artículo básico en la dieta de muchos cubanos, es un claro indicativo del fracaso del sistema.
La situación se agrava por las excusas poco convincentes de los funcionarios del régimen, como la ministra de Comercio Interior, Betsy Díaz Velázquez, quien atribuyó la escasez de chícharos a los ríos congelados en Canadá, una explicación que suena a burla para una población que lucha diariamente por satisfacer sus necesidades más básicas.
Los cubanos, privados de su cuota de café y sometidos a la incompetencia de un gobierno que no muestra ni el más mínimo atisbo de vergüenza, se ven obligados a enfrentar la dura realidad de un sistema que les ha fallado una y otra vez. La lucha por el café en Cuba es solo un reflejo de una crisis más amplia que afecta todos los aspectos de la vida en la isla, dejando a su población anhelando un cambio que parece cada vez más lejano.