Isabella García, más conocida en el mundo del espectáculo como Chelo Alonso, es una figura que dejó una marca indeleble en el arte de la danza y el cine, originaria de Central Lugareño, Camagüey, Cuba. Desde muy joven, Alonso se sintió atraída por el mundo de la danza, lo que la llevó a recorrer diversas ciudades de su Cuba natal, deslumbrando al público con su talento innato y su presencia escénica.
A la temprana edad de 17 años, Chelo ya se destacaba en La Habana, donde su estilo único, cargado de sensualidad y exotismo, capturó la atención del público en el Teatro Nacional de Cuba. Su carrera tomó vuelo y pronto se encontró llevando su arte más allá de las fronteras cubanas, conquistando escenarios en todo el Caribe y cosechando éxitos tras éxitos, gracias en parte a su impresionante figura y su habilidad para moverse en el escenario.
El talento de Chelo no tardó en trascender a Miami y, eventualmente, a Broadway, donde su arte continuó floreciendo. Pero fue en 1957, al ser contratada por el icónico Folies-Bergere de París, que Chelo fue bautizada como «la nueva Josephine Baker», un título que presagiaba el impacto que tendría en el mundo del entretenimiento.
Su transición al cine fue tan natural como inevitable. Los productores italianos, cautivados por su encanto latino, la integraron rápidamente en el cine de posguerra y, más específicamente, en el emergente género de las películas épicas. Su debut en «El ataque de los moros» en 1959 marcó el inicio de una exitosa carrera cinematográfica, que se consolidó con su participación en «Mírala pero no la toques».
No obstante, fue su papel en «Bajo el signo de Roma», compartiendo pantalla con Anita Ekberg, lo que catapultó a Chelo a la fama internacional. Su danza en la película no solo se convirtió en un elemento central de la promoción, sino que también eclipsó la actuación de Ekberg, según algunos críticos. Curiosamente, uno de los directores de esta película fue Michelangelo Antonioni, quien temporalmente dejó de lado su cine más intelectual para dirigir esta producción.
El contrato para filmar «Hércules» con Steve Reeves abrió aún más puertas para Chelo en el cine, consolidándola como una figura indispensable en el género de películas épicas que demandaban la presencia de actrices con un perfil exótico y sensual. Su trabajo en «El terror de los bárbaros» le valió el título de «El descubrimiento femenino del cine italiano de 1959», un reconocimiento que subraya su impacto en la industria.
A pesar de su éxito, Chelo decidió retirarse del cine en 1968, tras casarse con el productor Aldo Pomilia. Su vida tomó un giro hacia la tranquilidad, estableciéndose en una granja en Siena, Italia. Allí, se dedicó a la cría de gatos y a la gestión de un hotel de cuatro estrellas y una fattoria, demostrando que su creatividad y pasión no conocían límites.