¿Serpientes gigantes en Cuba? La realidad más allá del mito

Redacción

La Madre de Aguas, una figura envuelta en el manto de la mitología y el folclore, se erige como un símbolo potente en el imaginario colectivo de diversas culturas latinoamericanas, incluyendo la cubana. Esta entidad, que se manifiesta en múltiples formas y con distintas atribuciones según la región, es un reflejo de la profunda conexión entre las comunidades y el elemento vital que es el agua.

En el corazón de Cuba, así como en países hermanos como Brasil, Paraguay, Colombia y Venezuela, la Madre de Aguas se presenta como un ser de gran poder, asociado a cuerpos de agua como ríos, manantiales y lagunas. Su presencia es un recordatorio constante de la fuerza y el misterio que rodea a estos espacios naturales, considerados sagrados en muchas tradiciones.

En la isla caribeña, los relatos sobre la Madre de Aguas abundan, especialmente en la región central. Aquí, se la describe a menudo como una serpiente gigantesca, con un grosor comparable al de una palmera y dotada de cuernos o protuberancias en su frente. Su piel, cubierta de gruesas escamas, la hace invulnerable a cualquier ataque, y se dice que aquellos que intentan cazarla o hacerle daño están condenados a una muerte inmediata.

La leyenda también sugiere que la Madre de Aguas posee una longevidad extraordinaria, viviendo centenares de años y manteniendo su dominio sobre las aguas que habita. Su voracidad es tal que, en momentos de hambre, podría engullir un ternero entero, dejando en claro su posición como un ser temible y respetado.

Uno de los episodios más notorios vinculados a esta criatura mítica tuvo lugar en la Laguna de Hoyuelos, en Sagua la Grande, durante la década de 1940. Se cuenta que un monstruo, identificado como la Madre de Aguas, habitaba estas aguas, y que todo aquel que osaba adentrarse en su dominio desaparecía sin dejar rastro. Incluso se habla de una yunta de bueyes que se esfumó en la laguna, devorada por la insaciable criatura.

Sin embargo, no todas las historias pintan a la Madre de Aguas como un ser devorador. En el barrio Condado, por ejemplo, se narra una versión más benigna de esta figura, vista como un majá grande que, aunque imponente, no ataca a los humanos. Aquellos que se encuentran con ella, sin embargo, son afligidos por una fiebre misteriosa, lo que añade un elemento de temor y respeto hacia esta entidad.

Samuel Feijóo, en su labor de recopilación de mitos y leyendas cubanas, ha documentado diversas narrativas que giran en torno a la Madre de Aguas. Desde la Laguna del Itabo en Cienfuegos, cuyas aguas nunca se secan gracias a la presencia de esta guardiana, hasta el pozo profundo del ingenio «La Matilde» en Camajuaní, habitado por una serpiente cornuda que infundía terror en el corazón de los esclavos, estas historias forman parte del rico tapiz cultural de Cuba.