El asesinato de Celia Margarita en 1939 es un caso que aún resuena en la memoria colectiva de la sociedad cubana, marcando un antes y un después en la criminología del país. La macabra secuencia de eventos comenzó un 8 de marzo, cuando un transeúnte encontró, en el barrio de Buenavista en Marianao, un muslo humano envuelto en un saco de yute, desatando una serie de hallazgos que culminarían en la revelación de uno de los crímenes más escalofriantes de la época.
En los días subsiguientes, La Habana se convirtió en el escenario de un macabro rompecabezas, con el descubrimiento de las extremidades y el torso de la víctima en distintos puntos de la ciudad. La morgue se transformó en el lugar donde, pieza a pieza, se reconstruía el cuerpo de la infortunada mujer, aunque su cabeza permaneció desaparecida hasta ocho meses después, encontrada en una letrina en Batabanó, añadiendo un giro aún más sombrío al caso.
La identificación de Celia Margarita fue posible gracias a los avances en estomatología legal, una disciplina que en aquel entonces daba sus primeros pasos en Cuba. Los doctores Jorge Castroverde y Carlos Criner García, mediante el análisis de los arcos dentales de la víctima, lograron ponerle nombre al cuerpo desmembrado, marcando un hito en la historia forense cubana.
René Hidalgo Ramos, amante de Celia y residente con ella en un modesto apartamento en La Habana, emergió rápidamente como el principal sospechoso. Su confesión durante el interrogatorio, facilitada por el uso pionero del detector de mentiras en la isla, reveló un crimen pasional que terminó en tragedia. Según su relato, una discusión acalorada llevó a un fatal accidente, desencadenando una serie de decisiones que culminarían en el desmembramiento y la dispersión del cuerpo de Celia por la ciudad.
La condena de Hidalgo a 28 años de prisión no cerró el caso, sino que abrió un abismo de interrogantes sobre la lógica y las circunstancias que rodearon el crimen. El detective Rodolfo Ortiz, junto con el doctor Israel Castellanos, se sumergió en una profunda revisión del caso años después, sugiriendo la posibilidad de que Hidalgo no actuó solo y que el asesinato podría haber sido el resultado de una trágica concatenación de eventos en una fiesta marcada por el consumo de narcóticos.
La posibilidad de un indulto presidencial para Hidalgo, tras cumplir la mitad de su condena, trajo consigo un debate sobre la redención y la naturaleza humana. La defensa de su carácter por parte de figuras como Enrique Fernández Parajón, jefe de la policía secreta y antiguo compañero de estudios de Hidalgo, junto con el clamor de la prensa y los criminalistas, culminó en su liberación en 1954.
La historia de René Hidalgo Ramos, desde su condena hasta su indulto y posterior fallecimiento en 1992, es un relato que trasciende el crimen mismo, adentrándose en las complejidades del alma humana y los intrincados caminos de la justicia. El asesinato de Celia Margarita no solo dejó una marca indeleble en la crónica negra de Cuba, sino que también planteó cuestiones profundas sobre la culpa, el castigo y la posibilidad de redención.