Como si se tratara de una leyenda imperecedera, el descubrimiento de unas enigmáticas formaciones submarinas al noroeste de la península de Guanahacabibes, conocidas como mega, sigue captando la atención y ocupando espacios en los medios de comunicación 23 años después de su hallazgo.
Este enigma, que para algunos evoca las imágenes de una antigua metrópoli sumergida, ha mantenido su presencia en los medios de comunicación de manera intermitente, avivado por la ausencia de evidencias concluyentes que permitan a la comunidad científica desentrañar el misterio.
Con una mezcla de datos reales y una buena dosis de especulación, estas estructuras han sido vinculadas con leyendas tan fascinantes como la de la Atlántida, la isla legendaria mencionada por el filósofo griego Platón, que habría sido engullida por el océano, o incluso con el origen mítico de los mayas descrito en el Popol Vuh.
La denominada «ciudad sumergida de Cuba» se ha convertido en un tema recurrente en publicaciones a nivel global, manteniéndose vigente hasta nuestros días.
La pregunta persiste: ¿Qué porción de este relato se asienta en la realidad y cuánto pertenece al reino de la fantasía, en una historia que sigue despertando el interés y la imaginación de muchos?
EL DESCUBRIMIENTO
La aventura comenzó en el año 2000, cuando un equipo de exploración cubano-canadiense, conocido como Exploramar, se lanzó a la búsqueda de restos de naufragios en las aguas circundantes a la península de Guanahacabibes. Esta área, situada en el extremo occidental de Cuba, ha sido históricamente un punto de encuentro para piratas y el escenario de numerosos abordajes a los barcos que navegaban desde América hacia España, debido a su estratégica ubicación geográfica.
Durante esta expedición, el doctor Manuel Iturralde, geólogo de profesión y miembro del equipo, relata cómo el uso de un sonar de barrido lateral permitió descubrir en el fondo marino, a profundidades de entre 600 y 750 metros, una serie de estructuras inusuales en el valle submarino ubicado al noroeste de la península, cerca del Bajo de San Antonio. Este sonar, capaz de penetrar de uno a dos metros bajo el lecho marino, reveló lo que parecían ser restos enterrados en la arena.
«Los resultados de esta exploración nos brindaron un mapa detallado del fondo oceánico, en el cual se destacaban formas que la ingeniera Paulina Zelinstski, líder del proyecto, interpretó como posibles corredores, habitaciones y muros robustos. Surgió entonces la hipótesis de que podrían ser los cimientos de una antigua ciudad», recuerda Iturralde.
Para profundizar en la investigación, se utilizó el minisubmarino Rob, que se sumergía hasta la profundidad deseada y podía navegar en un radio de 150 metros para capturar imágenes y vídeos. Equipado con cámaras, iluminación, un brazo mecánico y un contenedor, el submarino documentó la presencia de bloques de caliza esparcidos en el fondo, algunos de formas irregulares y otros poliédricos, incluyendo un bloque cuadrado y otro que, con un metro de diámetro, asemejaba una pirámide.
Sin embargo, lo que más sorprendió al equipo fue el hallazgo de una pequeña placa gris de material desconocido, posiblemente metálico, de unos 20 a 30 centímetros de largo y de uno a dos centímetros de grosor, que no presentaba organismos adheridos a su superficie, un fenómeno bastante inusual.
«Esta placa, cuya naturaleza aún desconocemos, representa el hallazgo más enigmático y difícil de explicar», señala Iturralde, destacando su ubicación incrustada en una formación rocosa a casi 700 metros de profundidad y lamentando que el operador del minisubmarino no tomara una muestra para su análisis.
Ante la necesidad de esclarecer el origen de este misterioso objeto y recolectar más muestras, se organizó una nueva expedición. Desafortunadamente, problemas técnicos con el cable eléctrico del minisubmarino, que perdía comunicación al alcanzar los 500 metros de profundidad, impidieron llevar a cabo la misión.
«El misterio de la placa y su procedencia sigue siendo una incógnita para mí», concluye Iturralde, dejando abierta la puerta a más interrogantes sobre este fascinante descubrimiento submarino.
LAS HIPÓTESIS
El renombrado científico cubano, una eminencia en el campo de la geología y la paleontología, ha destacado que la mayoría de las formaciones identificadas en la región de Guanahacabibes están sepultadas bajo la arena del lecho marino. Esto implica que las representaciones de pirámides y otras estructuras arquitectónicas que han circulado durante años en diversos medios, incluyendo artículos y producciones audiovisuales, no son más que ilustraciones producto de la creatividad de artistas, alejadas de la realidad tangible de estos hallazgos.
Lo que realmente se encuentra en este enigmático lugar, situado cerca de las costas de Cuba, permanece oculto bajo capas de sedimento, a profundidades considerables. Sin embargo, el experto admite que muchos de los objetos identificados por el equipo de exploración presentan una notable linealidad y formas geométricas inusuales, como crestas, paralelepípedos, cubos, pirámides y cruces. Estas características han alimentado la teoría de que podrían ser estructuras creadas por entidades inteligentes, dado que en el vasto área conocida como mega, que abarca varios kilómetros cuadrados, el sonar ha mapeado lo que parecen ser calles y edificaciones.
La posibilidad de que este sitio represente una metrópoli sumergida, al estilo de la mítica Atlántida, sugeriría que en algún momento histórico, esta área se vio sumida bajo las aguas como resultado de un evento catastrófico. En este contexto, Iturralde menciona la presencia de zonas donde se observan rupturas de pendiente, colapsos y deslizamientos en el sector oeste de mega, lo que indica que la región experimentó un descenso significativo del terreno en tiempos relativamente recientes. No obstante, con los datos actuales, resulta imposible confirmar si este territorio estuvo alguna vez por encima del nivel del mar.
«LA VERDAD ESTÁ ALLÁ ABAJO»
Dada la ausencia de evidencia definitiva, resulta imposible confirmar o descartar cualquier teoría sobre estas estructuras; más aún considerando la capacidad de la naturaleza para generar formas sorprendentes y complejas. Por ello, una de las teorías que el experto ha contemplado es que estas formaciones sean meramente el resultado de procesos naturales, aunque atípicos, y no fruto de la intervención humana.
«Existe la posibilidad de que estas estructuras se hayan formado a través de una combinación de factores geológicos como fallas y fracturas, procesos de disolución kárstica, la erosión causada por corrientes submarinas y los movimientos típicos de ascenso y descenso del terreno», explica el especialista.
Para verificar esta hipótesis, sería necesario llevar a cabo nuevos estudios del lecho marino utilizando tecnología de sonar avanzada, capaz de generar imágenes de alta precisión, y realizar excavaciones en el fondo marino a profundidades superiores a los 600 metros.
Desafortunadamente, las investigaciones se vieron interrumpidas en el año 2005 debido a desacuerdos entre los involucrados, y desde entonces no se han efectuado más estudios en la zona. Retomar estas investigaciones requeriría de una inversión considerable para adquirir el equipo sofisticado desarrollado en los últimos años.
Por esta razón, los científicos subrayan que, a pesar del potencial significado arqueológico e histórico del hallazgo, no se puede afirmar categóricamente que se trate de «construcciones humanas» hasta que no se realicen nuevas investigaciones y se obtengan muestras directas del sitio.
«Hay quienes han expresado diversas opiniones sobre mega, basándose en información distorsionada que ha circulado, lo que resta validez a esos argumentos», sostiene Iturralde, quien insiste en que «la verdad yace en las profundidades».
A más de veinte años de haber participado en este descubrimiento único, el distinguido investigador alberga la esperanza de que algún día se pueda completar la investigación. En lo personal, confiesa que resolver esta incógnita científica sería enormemente gratificante y reconoce que «si se demostrara que estas estructuras fueron creadas por seres inteligentes, estaríamos ante un hallazgo de inmensa importancia».
Sin embargo, mientras no se realicen nuevas exploraciones y persistan las lagunas de información, el misterio que rodea a estas peculiares formaciones submarinas seguirá sin resolverse.