El Patíbulo, el barrio cubano que cambió de nombre cuando los travestis se mudaron a vivir allí

Redacción

Con más de un siglo de vida, Jacinto es una figura emblemática de los márgenes de la sociedad, posiblemente el último sobreviviente de aquellos pioneros que dieron origen a un barrio en la Cuba republicana. Según documentos oficiales de la Dirección de Planificación Física en Placetas, Villa Clara, su hogar es conocido como “Callejón de Jacinto”, aunque la denominación popular ha evolucionado a “El Patíbulo”.

Jacinto, con orgullo y sin tapujos, afirma haber sido el fundador de este enclave, repartiendo terrenos a quienes llegaban en busca de un lugar para vivir. Sin embargo, las condiciones de vida en El Patíbulo distan mucho de ser ideales, catalogadas por las autoridades como insalubres y precarias, reflejo de una urbanización periférica e ilegal.

En sus orígenes, bajo la influencia de Jacinto, el barrio emergió como el burdel del pueblo, y aún hoy, algunas de sus primeras residentes continúan allí. Aunque la prostitución ya no define oficialmente al lugar, El Patíbulo sigue sustentando a sus habitantes, en gran parte, gracias a la economía sumergida del sexo.

La escena, sin embargo, ha cambiado drásticamente con la llegada de los travestis, que han tomado el relevo y dominan el panorama: Sara, Patricia, Shakira, Jennifer, La Mumi, entre otros. El antiguo Callejón de Jacinto ha sido rebautizado por la comunidad como La Patera, un término que evoca tanto a un refugio como a un lugar de condena.

Estos nuevos residentes, atraídos por la solidaridad y seguridad que encontraron entre sí, han formado una comunidad cerrada y unida. La falta de espacio ha frenado la llegada de más miembros, y las “viviendas” disponibles, por llamarlas de alguna manera, apenas cumplen con las condiciones mínimas habitacionales.

El paso del huracán Irma puso a prueba la resiliencia de esta comunidad, obligando a muchos a buscar refugio en el único lugar que parecía seguro. A pesar de los precios relativamente bajos de las viviendas en El Patíbulo, la pobreza sigue siendo una constante, con algunos recurriendo al alquiler de espacios diminutos para poder subsistir.

La prostitución, aunque no es un negocio lucrativo en un pueblo con escasos recursos como Placetas, sigue siendo una realidad para muchos. La discriminación de precios basada en la orientación sexual es una dura realidad, con los travestis recibiendo menos por servicios similares a los que ofrecen las mujeres.

En noches de escasa demanda, la desesperación puede llevar a aceptar cualquier cosa, incluso una felación por una suma irrisoria. Sin embargo, personajes como Cintia han encontrado alternativas a la prostitución, aprendiendo oficios como la costura, que les ofrecen una forma de vida más segura y digna, aunque la inestabilidad económica sigue afectando sus ingresos.

El Patíbulo, con su historia de marginalidad, resiliencia y transformación, es un testimonio vivo de la complejidad social y económica de Cuba, un lugar donde la lucha por la supervivencia se entrelaza con la búsqueda de dignidad y comunidad.