La creciente popularidad de los productos alimenticios ahumados en el ámbito privado cubano ha llevado a un auge en la producción y comercialización al por mayor de carnes, chorizos y jamones ahumados. Este método tradicional de conservación de alimentos, que utiliza el humo para deshidratar y preservar las carnes, se ha convertido en una práctica común entre los emprendedores de la isla.
Sin embargo, el proceso de ahumado no está exento de riesgos, especialmente cuando se trata de la dosificación de productos químicos como el nitrito y el nitrato sódico. Una incorrecta manipulación de estos compuestos puede tener consecuencias perjudiciales para la salud de los consumidores.
Una de las principales preocupaciones es la falta de supervisión y control de calidad en la producción de estos alimentos, tanto en el sector estatal como en el privado. La ausencia de inspecciones rigurosas y la escasez de laboratorios capaces de analizar las sustancias utilizadas en el proceso de ahumado han contribuido a un aumento en los casos de enfermedades relacionadas con el consumo de estos productos, como la hipertensión arterial, la insuficiencia renal, los problemas digestivos y la gastritis.
La situación se ve agravada por los altos precios de los productos ahumados en las tiendas estatales, lo que empuja a muchos cubanos a optar por las alternativas más económicas ofrecidas por los cuentapropistas. Sin embargo, esta elección puede conllevar riesgos significativos para la salud, dado que la calidad y la seguridad de estos productos no están garantizadas.
Los alimentos ahumados, particularmente las carnes y los pescados, pueden ser fuentes de intoxicaciones alimentarias como la listeriosis, especialmente si no se manejan adecuadamente durante su conservación. Además, las carnes procesadas, como las salchichas, pueden albergar bacterias peligrosas como la salmonela si no se cocinan de manera correcta.
El dilema para los productores privados radica en la rentabilidad del proceso de deshidratación completa de las carnes, que resulta en una pérdida significativa de peso y, por ende, en menores ganancias. La tendencia a “aumentar” el peso de los productos ahumados mediante la inyección de soluciones a base de sales y nitratos, sin una dosificación precisa, plantea un riesgo adicional para la salud de los consumidores.
La fabricación de jamón, en particular, a menudo implica el uso de menos carne y más rellenos como el picadillo de soya, comprometiendo aún más la calidad e higiene de estos productos. Algunos productores intentan compensar la reducción de calidad mezclando carne con picadillo de pollo o mortadela y utilizando compuestos para mejorar el sabor y el peso, lo que aumenta los riesgos para la salud.
La visita a estas fábricas de alimentos ahumados revelaría condiciones que probablemente disuadirían a muchos de volver a comprar estos productos. La situación es alarmante, considerando que un tercio de los cubanos mayores de 15 años sufre de hipertensión arterial, una condición que puede verse exacerbada por el consumo de alimentos ricos en sal y nitritos.
La combinación letal de sal y nitritos en la conservación de carnes no solo representa un peligro inmediato para la salud, sino que también contribuye a la alarmante estadística de muertes anuales en Cuba relacionadas con enfermedades hipertensivas. Este escenario subraya la urgente necesidad de una mayor regulación y control en la producción y venta de alimentos ahumados en la isla, para proteger la salud y el bienestar de la población cubana.