La práctica de alterar los alimentos, especialmente los embutidos, para incrementar su peso y, por ende, su precio de venta, es una realidad bien conocida entre los cubanos. Este fenómeno, lejos de ser una novedad, se ha arraigado en la cultura comercial de la isla, convirtiéndose en un desafío constante para los consumidores que buscan productos de calidad.
La adición de agua a las carnes antes de su congelación, el exceso de sal en la tocineta, y la dilución de bebidas alcohólicas como el ron son solo algunas de las estrategias empleadas para engañar al comprador. Esta manipulación no se limita a los embutidos, sino que se extiende a otros productos como el cigarro, el café, la cerveza y el yogurt, entre otros.
Los embutidos, en particular, se han convertido en un blanco frecuente de estas prácticas debido a su alta demanda y precio elevado. La calidad de estos productos depende en gran medida de la materia prima utilizada, que idealmente debería ser carne de cerdo, así como de los aditivos permitidos para su elaboración. Sin embargo, la realidad es que muchos de estos productos no cumplen con los estándares requeridos, resultando en embutidos de baja calidad con un color pálido o blanquecino, en lugar del característico tono rosado a rojizo que deberían tener.
El problema del “jamón agüita” es particularmente notorio. Este defecto se debe a una desecación insuficiente durante el proceso de elaboración, lo que resulta en un producto con un alto contenido de agua que beneficia al vendedor a costa del consumidor. En algunos casos, incluso después de una desecación adecuada, se inyecta agua adicionalmente para aumentar el peso del producto.
Los embutidos producidos por cuentapropistas suelen contener una cantidad mínima de sal de nitro, lo que afecta negativamente el sabor, la conservación y el color del producto. Un uso incorrecto de este aditivo puede llevar a intoxicaciones inmediatas o daños a largo plazo sin síntomas aparentes, lo que ha llevado a las autoridades sanitarias a advertir sobre el consumo excesivo de estos productos.
Aunque existen controles sobre los centros de producción autorizados, la presencia de fabricantes ilegales en el mercado complica aún más la situación. Estos productores no autorizados a menudo utilizan materias primas de dudosa calidad, confiando en la sal de nitro para dar sabor al producto final, sin importar el ingrediente base utilizado.