En el corazón del Oriente cubano, entre las aguas cristalinas de la bahía de Nipe, se tejió la leyenda de un coloso marino que marcó la memoria colectiva de los habitantes de la región. No se trataba de un simple tiburón, sino de Don Pepe, un ser cuya fama trascendió las fronteras de lo real para adentrarse en el terreno de lo mítico. Este gigante del océano, con su imponente aleta dorsal marcada por las cicatrices de innumerables disparos, se convirtió en el protagonista de incontables relatos que aún hoy resuenan entre los pobladores de Punta Salinas y más allá.
Don Pepe no era un tiburón cualquiera; su presencia en las aguas de la bahía de Nipe era sinónimo de respeto y temor. Su leyenda comenzó en una época donde la caza de tiburones era más que una actividad de subsistencia, era un negocio floreciente. Los pescadores de la zona, expertos en la captura de estos depredadores, encontraron en Don Pepe un desafío a su destreza. Era él, con su astucia y ferocidad, quien dominaba las aguas, convirtiéndose en una figura casi mítica, bautizada con un nombre que denotaba respeto y cierta ironía.
La historia de Don Pepe es un relato de supervivencia y adaptación. Ante la escasez de desechos arrojados por los buques, extendió su territorio en busca de alimento, demostrando una inteligencia y un instinto de supervivencia que lo distinguían de los demás. Su figura era tan imponente que las autoridades portuarias tomaron medidas para intentar disuadirlo, sin éxito.
Las anécdotas sobre Don Pepe son variadas y ricas en detalles. Desde la trágica historia del burro que terminó siendo arrastrado al centro de la bahía, hasta el pescador que, en un acto de desafío, se negó a alimentarlo y casi pierde su embarcación y su vida en el intento. Estos relatos, más allá de su veracidad, pintan el retrato de un ser que inspiraba tanto miedo como admiración.
El episodio más sombrío en la historia de Don Pepe ocurrió el 6 de noviembre de 1943, cuando un accidente en la bahía se convirtió en un macabro banquete para este señor de las profundidades. Los testimonios de aquel día hablan de un mar teñido de rojo y de gritos desesperados que se apagaban bajo el implacable ataque de los tiburones, con Don Pepe a la cabeza.
A pesar de los numerosos intentos por capturarlo o matarlo, Don Pepe eludió cada trampa y cada bala, manteniéndose como el indiscutible señor de las aguas de Nipe durante más de dos décadas. Su desaparición a finales de los años 50 puso fin a una era, dejando tras de sí un legado de historias que aún hoy se cuentan con respeto y una pizca de nostalgia.