Mis amigos se están yendo… (Un texto para compartir entre los cubanos de allá y de acá)

Redacción

Te despiertas con la mente nublada por la ausencia, preguntándote por los caminos que han tomado aquellos a quienes llamabas hermanos de alma. Aunque la respuesta yace clara ante ti, rechazas la idea de que cruzar fronteras sea la única vía hacia la felicidad. Mis amigos, uno tras otro, han empacado sus vidas, no en busca de una felicidad esquiva, pues felices ya eran, sino en pos de una existencia menos ardua.

Al partir el primero, tus convicciones te llevan a cuestionar ese anhelo por lo material que parecía motivar su éxodo, eligiendo comodidades materiales sobre la calidez del hogar.

La despedida del segundo te arranca lágrimas, aunque en el fondo, te habías estado preparando; siempre supiste que su sueño era partir, mientras tú soñabas con construir aquí.

La partida del tercero te encuentra más resignado, aferrándote a la esperanza de que la fiesta no se apague, de que el ron no se acabe, aunque los abrazos de despedida presagien el fin de una era de complicidad y alegrías compartidas. Te consuelas pensando que aún somos mayoría, que ellos son los que se equivocan.

Pero la inquietud se instala, imposible de ignorar, a medida que la lista de los que se van se alarga, dejándote en un limbo de defensa de lo indefendible, mientras tus amigos se desvanecen en el horizonte.

Los noticieros divagan sobre asuntos internacionales, ajeno a la realidad de que mis amigos se están yendo.

Las aulas universitarias siguen despidiendo a jóvenes cuyo destino parece ser el mostrador de una cafetería, mientras sueñan con becas y visas en la soledad de sus habitaciones, y nadie parece darse cuenta. Mis amigos, uno a uno, se están yendo.

Aquellos que llegaron llenos de ambición y sueños se encuentran atrapados en la monotonía de un empleo sin propósito, sin que nadie les recuerde su valor, su necesidad. Y en este silencio, mis amigos se están yendo.

Luchas, creyendo que aquellos a tu alrededor, llenos de potencial, merecen un destino mejor, pero ves cómo las puertas se cierran ante ellos, y en este desamparo, mis amigos se están yendo.

Escuchas promesas de cambio, discursos que parecen portar esperanza, pero el estancamiento persiste, y en medio de esta parálisis, mis amigos se están yendo.

La isla se torna inhóspita para sus jóvenes, un terreno árido que ya no promete futuro, y en esta desolación, mis amigos se están yendo…

Llega el día en que la distancia se hace palpable, cuando la única conexión con aquellos que fueron tu familia elegida es una pantalla que te muestra sus rostros reunidos en tierras lejanas. Te asalta la duda, el cuestionamiento de tus propias decisiones, el temor de ser tú el errado. Te cuestionas sobre este país, incapaz de retener incluso a aquellos que no buscaban más que un suspiro de alivio, una vida sin luchas constantes. La melancolía te invade, la ausencia pesa, y en este torbellino de emociones, te enfrentas a la pregunta que resuena en el eco de sus voces: “¿Te quedas?”.