En las concurridas paradas de ómnibus de La Habana, una joven cubana ha destapado las maquinaciones de un timador que, bajo la fachada del espiritismo, perpetra sus fechorías, apuntando principalmente a mujeres jóvenes. Mayli Nail, así se identifica la afectada en Facebook, compartió su inquietante experiencia en un foro público, narrando cómo el pasado domingo 28 de enero, en plena luz del día, fue abordada por este sujeto en el paradero de Playa.
El hombre, con una retórica convincente, le aseguraba que podía ver entidades espirituales y presagios ominosos a su alrededor. A pesar de la escepticidad de Mayli, quien rechazó tales afirmaciones, el estafador insistió, sugiriendo que ella padecía de afecciones en su vientre y exigiendo dinero a cambio de su “ayuda”.
La situación tomó un giro aún más surrealista cuando, siguiendo las indicaciones del impostor, Mayli descubrió tres pequeños gusanos blancos adheridos a su ropa, un misterio que la dejó perpleja sobre su procedencia. Aunque intentó alejarse, el nerviosismo la embargó mientras el hombre continuaba su acoso, invocando rezos y aludiendo a prácticas de santería, para finalmente despojarla de su teléfono, cadena y anillo.
La aparición de una patrulla policial puso en fuga al delincuente, pero no antes de que Mayli decidiera llevar su caso ante las autoridades. Allí, descubrió que no era la única víctima; ya existía un retrato hablado del sospechoso, apodado por la policía como “el hombre de los gusanos”, debido a una denuncia previa de otra joven engañada.
La revelación de Mayli en las redes sociales desató una cadena de testimonios similares, con varias mujeres afirmando haber sido blanco del mismo engaño. Algunas compartieron experiencias idénticas, aunque con diferencias en la descripción física del estafador, lo que sugiere la posibilidad de que existan varios individuos empleando esta táctica de engaño.
La frustración crece entre las víctimas y sus familias ante la aparente inacción policial para capturar al o a los responsables. Relatos de engaños pasados, algunos datando de hace una década, resurgen, evidenciando un patrón de conducta que ha persistido en el tiempo sin ser erradicado.
Este fenómeno no es aislado, sino que se inscribe en un contexto más amplio de violencia y delincuencia que azota a Cuba, exacerbado por una crisis que parece profundizarse día a día. La ineficacia de las autoridades para brindar seguridad y justicia solo añade desesperanza a una población ya de por sí golpeada por las circunstancias.