Gilbertman, un cubano que se creyó un Rey en La Habana

Redacción

Gilberto Martínez Suárez, conocido en el mundo del reguetón como “Gilbert Man”, es un caso emblemático de cómo la imitación de estereotipos de la cultura mafiosa y el deseo desmedido de ostentación pueden llevar a un desenlace trágico. Este joven habanero de 28 años, que se autodenominaba con un alias que evocaba a los superhéroes, vivió una vida de excesos y lujo en un país donde la discreción suele ser la norma para quienes acumulan riquezas de forma dudosa.

Gilberto no solo se destacó por su música, sino también por su estilo de vida extravagante, que documentaba y exhibía sin pudor en las redes sociales. Se le veía rodeado de lujos, autos deportivos, y acompañado de guardaespaldas, como si fuera un personaje sacado de una película de gánsteres. Su vida parecía un videoclip permanente, donde no faltaban las mujeres voluptuosas, las fiestas y los fajos de billetes como símbolos de su éxito.

Sin embargo, detrás de esta fachada de reguetonero exitoso, se escondían actividades ilícitas que incluían desde el uso fraudulento de tarjetas de crédito hasta el robo de identidades, pasando por una serie de delitos que finalmente lo llevaron ante la justicia. Gilberto financiaba videos musicales de otros artistas del género urbano, buscando siempre un espacio en la pantalla que saciara su insaciable deseo de reconocimiento y fama.

La caída de Gilbert Man fue tan espectacular como su ascenso. Creyéndose intocable por su poder económico, no anticipó que su conducta llamaría la atención de las autoridades. Su “palacete” en Guanabacoa, un oasis de lujo en medio de un barrio humilde, se convirtió en la escenografía de su detención, digna de un episodio de “Tras la Huella”.

El Tribunal Supremo de Cuba no tuvo clemencia con Gilberto, quien fue condenado a 17 años de prisión por una larga lista de delitos, incluyendo evasión fiscal, cohecho, secuestro, actividad económica ilícita, sustracción de electricidad, falsificación y lavado de dinero. Su historia es un recordatorio de que, en Cuba, el exceso de visibilidad y la acumulación de riquezas de forma ilícita pueden tener consecuencias severas.