La increíble historia de Carlos Núñez, el bodeguero cubano que terminó convirtiéndose en uno de los hombre más ricos de Cuba antes de 1959

Redacción

La saga de Carlos Núñez Pérez, que se transformó de un humilde bodeguero y carretonero de caña en uno de los magnates más destacados de Cuba pre-1959, es una narrativa digna de ser contada entre las historias de fortunas legendarias de la isla. Sin apoyarse en herencias, conexiones familiares o políticas, y armado solo con una educación básica, Núñez forjó el mayor imperio económico de su tiempo en Cuba, nacido de la pura tenacidad y visión empresarial.

Hijo de Arsenio Núñez Quintero, un inmigrante español de orígenes modestos, y Domitila Pérez Almaguer, cubana, Carlos emergió en un contexto de escasas oportunidades. Desde temprana edad, se sumergió en el mundo laboral, primero en una bodega y luego en los campos de caña, hasta que su ambición lo llevó a adquirir su primera colonia de caña, la Bariay, con un préstamo de $90 000. Su habilidad para los negocios pronto lo vio amasar una considerable fortuna.

El destino quiso que Carlos se adentrara en el mundo bancario en un momento de crisis económica, cuando la confianza en las instituciones financieras estaba por los suelos. Sin embargo, su reputación como un hombre con el toque de Midas, especialmente en su colonia de caña en el central Santa Lucía, lo convirtió en un referente para consejos financieros y custodia de capital en la región.

El 21 de marzo de 1921, en un audaz movimiento, Núñez inauguró su propio banco en Santa Lucía, Holguín, sembrando la semilla de lo que se convertiría en una de las corporaciones más lucrativas de Cuba, con ganancias superiores a $1 000 000. El Banco Núñez, con el tiempo, expandió su influencia, abriendo sucursales en varias ciudades importantes y finalmente estableciéndose en La Habana como un banco nacional.

Para 1958, el Banco Núñez se posicionó como la cuarta entidad bancaria del país, con depósitos que ascendían a $97 000 000 y una red de 22 sucursales. Su prestigio era tal que fue reconocido por “The American Bankers” como uno de los bancos más importantes a nivel mundial.

La visión empresarial de Núñez no se limitó a la banca. Se diversificó hacia la industria azucarera, adquiriendo el central Algodonal mediante un remate judicial, y extendió su imperio a la madera con acciones en la “Compañía Maderera de Nipe SA”. Además, incursionó en el sector inmobiliario con varias firmas y en el ámbito marítimo con la “Compañía Comercial Marítima SA”, que administraba la Zona Franca del Puerto de Matanzas.

Núñez también desempeñó un rol activo en la vida social y corporativa de Cuba, siendo Gran Tesorero de la Gran Logia Masónica y miembro de prestigiosos clubes. Su familia, integrada por su esposa Concepción Gálvez Varela y sus siete hijos, también jugó un papel crucial en la gestión de sus negocios.

Sin embargo, la Revolución Cubana de 1959 marcó el principio del fin para el imperio de Núñez. A pesar de sus esfuerzos por salvaguardar su legado, la nacionalización de la banca privada en octubre de 1960 por el Gobierno revolucionario desmanteló todo lo que había construido, ofreciéndole una compensación simbólica de 10 000 pesos.

La historia de Carlos Núñez Pérez es un testimonio de la ascensión desde la humildad hasta la cima del éxito empresarial en Cuba, y su caída subraya la volatilidad de la fortuna frente a los cambios políticos y sociales. Su legado perdura como un capítulo fascinante en la rica historia económica y cultural de la isla.