La piscina más grande de Latinoamérica está abandonada en La Habana ¡Aquí te contamos su historia!

Redacción

En la década de 1980, Fidel Castro emprendió un ambicioso proyecto en la barriada de Alamar, en La Habana, con la construcción de la piscina al aire libre más grande de Latinoamérica. Esta impresionante estructura, de 5000 metros cuadrados, se ubicaba a pocos metros de la costa, y contaba con un sistema de tuberías que transportaba el agua del mar directamente a su interior. Sin embargo, tras la caída de la Unión Soviética, la piscina quedó abandonada y olvidada.

La entrada a este complejo recreativo costaba tres pesos cubanos, y sus alrededores ofrecían una variedad de opciones de entretenimiento, incluyendo cafeterías, restaurantes, una amplia plazoleta para conciertos de fin de semana y una popular discoteca nocturna. La inauguración de la piscina, a la que asistió Fidel Castro, fue un evento celebrado con entusiasmo y aplausos, marcando el inicio de una era dorada que duraría hasta el comienzo del período especial en Cuba.

La piscina de Alamar no era solo una simple instalación para nadar; era una obra de ingeniería impresionante. Grandes molinos de viento cercanos formaban parte del mecanismo que permitía vaciar y llenar la piscina, y un sistema de recirculación de agua renovaba el contenido de la piscina cada noche. Además, el complejo estaba equipado con duchas, taquillas y pocetas tratadas con cloro para mantener la higiene y prevenir la contaminación del agua.

Sin embargo, con la llegada de los años noventa, la piscina comenzó a enfrentar problemas. Los molinos dejaron de funcionar, y el sistema de recirculación del agua se rompió, lo que marcó el principio del fin para esta majestuosa obra. Aunque por un tiempo se transformó en una gran discoteca al aire libre, este cambio no fue suficiente para salvarla.

El golpe final lo asestó la devastadora “Tormenta del Siglo” en marzo de 1993, que destruyó gran parte de la costa de Alamar. La piscina, ya debilitada, no pudo resistir el embate de las olas y los fuertes vientos, lo que resultó en la destrucción del muro que la rodeaba y el cierre definitivo del centro recreativo.

Hoy en día, lo que queda de la piscina es un enorme monumento al abandono. Sin agua y con árboles creciendo en su interior, la piscina es un recordatorio de una inversión millonaria desperdiciada. A pesar de un cartel que anuncia una “obra en rehabilitación”, nadie parece saber a qué se refiere, y la falta de voluntad para salvarla en sus días de gloria hace que muchos duden de la viabilidad de cualquier intento de restauración. La piscina de Alamar, una vez un símbolo de orgullo y recreación, ahora es un testigo silencioso de tiempos mejores y de oportunidades perdidas.