En Cuba, la escasez de productos básicos como la sal ha llevado a situaciones desesperadas y absurdas, como la que relata Inés Casal, madre del artista y activista Julio Llópiz-Casal. En un país rodeado de mar, la ironía de no tener acceso a sal es palpable y frustrante para los ciudadanos.
Casal, en su publicación, expresa su indignación y descontento con la situación actual en Cuba, donde la sal, un producto esencial en cualquier cocina, ha desaparecido de las bodegas estatales y solo se encuentra disponible en negocios privados a precios exorbitantes. Ella misma tuvo que comprar sal importada en una Mypime (micro, pequeña y mediana empresa) a un costo de 530 CUP por poco más de una libra.
La situación es tan crítica que Casal recurre al humor para expresar su frustración, comparando la falta de sal con la falta de placer en las relaciones sexuales, una analogía que refleja la gravedad de la situación de una manera humorística pero crítica.
El gobierno cubano ha atribuido la falta de sal en las bodegas a un déficit de medios de transporte, a pesar de tener grandes cantidades almacenadas en las salinas del país. Esta contradicción pone de manifiesto los problemas de distribución y gestión en la isla. Además, el hecho de que Cuba importe sal de países como España, a pesar de estar rodeada de mar, es indicativo de las ineficiencias y paradojas del sistema cubano.
La situación de la sal es solo un ejemplo de los muchos desafíos que enfrentan los cubanos en su vida diaria, donde productos básicos se convierten en artículos de lujo y la población debe recurrir al mercado informal o a tiendas en moneda libremente convertible (MLC) para satisfacer sus necesidades más elementales. La historia de Casal es un reflejo de la realidad cubana actual, marcada por la escasez, la frustración y la necesidad de encontrar maneras de sobrellevar una situación cada vez más difícil.