La historia de Yunia Milanés, Lismary González, Geidy Morales y los otros atletas cubanos que decidieron no regresar a Cuba y solicitar asilo político en Chile es un ejemplo de las difíciles decisiones que enfrentan muchos deportistas en contextos de represión política y limitaciones económicas. La decisión de quedarse en Chile, según revelan, fue premeditada y motivada por la búsqueda de libertad y mejores condiciones de vida y de entrenamiento.
El hecho de que estos atletas hayan planificado su deserción antes de llegar a Chile y hayan ejecutado su plan a pesar de las medidas de seguridad impuestas por Cuba a sus delegaciones deportivas, muestra la desesperación y el coraje que tuvieron para cambiar su destino. La descripción de cómo burlaron la seguridad y las condiciones precarias en las que vivían y entrenaban en Cuba pinta un cuadro sombrío de la realidad que enfrentan muchos deportistas en la isla.
La deserción de atletas cubanos no es un fenómeno nuevo; ha sido una constante a lo largo de los años, especialmente durante eventos internacionales. Esto se debe a las restricciones impuestas por el gobierno cubano, que limitan la libertad de movimiento de sus ciudadanos y, en el caso de los deportistas, su capacidad para competir y entrenar en condiciones óptimas.
El proceso de solicitud de asilo político y la decisión de no poder regresar a su país sin enfrentar consecuencias graves, como ser expulsados del equipo nacional y prohibirles practicar deportes, son el precio que estos atletas están dispuestos a pagar por su libertad. La afirmación final de que se sienten libres en Chile resalta la importancia de la libertad personal y la capacidad de tomar decisiones sobre su propia vida, algo que valoran más que su carrera deportiva en Cuba.
Estos eventos también resaltan la complejidad de los asuntos políticos y humanitarios que surgen en el deporte internacional, donde las aspiraciones personales de los atletas a menudo chocan con las políticas estatales restrictivas.
