La revista Bohemia ha abordado una realidad preocupante en Cuba: el hecho de que, después de más de 20 años de estudios desde la educación primaria, graduarse de la universidad no parece proporcionar las oportunidades y el nivel de vida deseado. La crisis económica, la alta inflación y la escasez de alimentos han contribuido a un éxodo masivo de profesionales en sectores cruciales como Educación, Salud Pública y Ciencia e Innovación Tecnológica.
En los últimos años, cerca de 30 mil profesionales han abandonado estos sectores, lo que arroja una sombra de duda sobre el valor de tener un título en la Cuba actual. Muchos de estos profesionales han emigrado del país en busca de mejores oportunidades, mientras que otros se han visto obligados a aceptar trabajos fuera de sus campos de especialización para mejorar sus condiciones de vida y poder adquirir un nivel mínimo de bienestar.
La situación es tan preocupante que la Encuesta Nacional de Ocupación de 2022 informa que aproximadamente 6,860 profesionales representan el 8.1% de los desempleados totales en Cuba. Los profesionales de la salud también se enfrentan a dificultades para obtener permisos temporales para viajar al extranjero y a menudo enfrentan negativas de las autoridades cuando buscan emigrar de forma permanente.
Uno de los efectos secundarios más notables de este éxodo es la carga de trabajo adicional que recae sobre quienes permanecen en sus puestos. Esto no solo afecta la calidad de los servicios prestados, sino que también tiene un impacto en la salud y el bienestar de los trabajadores, que luchan por mantenerse a flote en una economía que apenas les permite adquirir alimentos básicos.
La revista Bohemia entrevistó a una madre cubana que trabaja tres empleos y dedica alrededor de 14 horas al día a su trabajo. A pesar de sus esfuerzos, todo su salario se destina a comprar un paquete de pollo y un cartón de huevos para todo el mes. La situación de esta madre refleja la lucha de muchos cubanos que trabajan incansablemente en el sector presupuestado, donde el salario apenas les permite satisfacer sus necesidades básicas, lo que resulta en una calidad de vida precaria.