El reciente colapso de un edificio en La Habana Vieja ha dejado a la comunidad cubana en estado de shock y desesperación. Las familias afectadas, que ya enfrentaban dificultades en su vida diaria, ahora se encuentran en una situación aún más precaria, sin hogar y sin acceso a sus pertenencias.
Susana Pérez, una de las residentes afectadas, ha tomado la iniciativa de alzar la voz en nombre de las 13 familias que vivían en el edificio. A través de sus redes sociales, ha compartido su angustia y desesperación, buscando generar conciencia y obtener ayuda. La situación es especialmente crítica para ella, ya que es madre de cuatro hijos menores y cuida de su madre anciana.
El edificio en cuestión, ubicado entre Lamparilla, Villegas y Aguacate, ya mostraba signos de deterioro antes del derrumbe. Sin embargo, como es común en muchas áreas urbanas de Cuba, las familias no tienen muchas opciones de vivienda y se ven obligadas a residir en estructuras que no están en las mejores condiciones. La falta de mantenimiento y la antigüedad de muchos de estos edificios los hacen susceptibles a este tipo de tragedias.
Tras el derrumbe, las autoridades evacuaron a los residentes a una escuela cercana. Aunque se les proporcionó refugio temporal, las condiciones son lejos de ser ideales. Durmiendo en el suelo, sin acceso a sus pertenencias y con la incertidumbre de no saber dónde irán después, estas familias enfrentan un futuro incierto.
La situación de Susana y las demás familias afectadas pone de manifiesto un problema más amplio en Cuba: la crisis de vivienda. Durante décadas, la isla ha enfrentado un déficit de viviendas adecuadas. Muchos edificios, construidos antes de la revolución, han recibido poco o ningún mantenimiento. A esto se suma la falta de recursos y la burocracia, lo que hace que la construcción de nuevas viviendas o la reparación de las existentes sea un desafío.
Además, el problema no se limita a La Habana Vieja. En toda Cuba, muchas familias viven en condiciones precarias. Edificios con techos con goteras, paredes agrietadas y sistemas eléctricos y de plomería obsoletos son comunes. Las familias hacen lo que pueden para mantener sus hogares, pero sin los recursos adecuados, hay poco que puedan hacer.
La respuesta de las autoridades a la tragedia ha sido insuficiente, según los afectados. Si bien se les ha proporcionado refugio temporal, no hay un plan claro sobre qué sucederá después. Las familias necesitan soluciones a largo plazo, no solo un lugar donde quedarse por unos días.
La comunidad cubana en el extranjero también ha expresado su preocupación y solidaridad con las víctimas del derrumbe. En Miami, donde reside una gran diáspora cubana, se han organizado colectas y eventos para recaudar fondos y enviar ayuda a las familias afectadas.