Antes de 1959, Cuba disfrutaba de una rica tradición en refrescos que no solo reflejaban la cultura y el sabor de la isla, sino que también eran una parte esencial de la vida cotidiana, consumidos para combatir el calor del clima caribeño. Entre estos refrescos destacaban la Materva, hecha a base de yerba mate, y la Jupiña, elaborada con jugo de piña. Ambos eran producidos por la misma compañía, que también fabricaba la Gaseosa Salutaris, una bebida transparente con un sabor efervescente característico.
Cawy, fundada en 1948, se convirtió en una de las empresas de bebidas más exitosas de Cuba. Su refresco Cawy Lemon-Lime llegó a ser más popular que la Coca-Cola en la isla. Además de este sabor, la compañía producía otros refrescos como la Gaseosa Limón Cawy y el Cawy naranja. Sin embargo, tras el ascenso al poder de Fidel Castro en 1959, la empresa tuvo que cerrar sus puertas en Cuba y trasladarse a Miami, donde logró resurgir y continuar su legado.
Otros refrescos que se destacaban en la isla eran el Irombeer, de color café oscuro, y el Qinabeer. El Irombeer tenía un sabor dulce y se presentaba en una botella pentagonal con la figura de un hombre fuerte grabada en ella, mientras que el Qinabeer, aunque menos popular, tenía un sabor similar al Irombeer.
Aunque Cuba tenía una rica tradición de refrescos locales, también se producían bebidas de origen americano en la isla, como el Royal Crown Cola y el Orange Crush. Además, las eternas rivales, Coca-Cola y Pepsi-Cola, también se embotellaban en Cuba y competían codo a codo en el mercado.
La influencia de estos refrescos en la cultura cubana era innegable. Eran más que simples bebidas; eran una parte integral de la identidad cubana. Aunque muchas de estas marcas ya no existen en Cuba, su legado y sabor siguen vivos en los recuerdos de aquellos que tuvieron la oportunidad de disfrutarlos. Estos refrescos, con sus sabores únicos y sus historias entrelazadas con la historia de Cuba, son un recordatorio de una época pasada, pero no olvidada.