Una emotiva historia surge desde los recuerdos de Yilay Arango, una cubana que, siendo adolescente, partió de su tierra en 1994 en una balsa rumbo a Estados Unidos. Su travesía es un testimonio conmovedor de los desafíos y las esperanzas que caracterizaron ese período.
En su relato, Yilay comparte los momentos angustiantes que vivió junto a un grupo de personas mientras dejaban atrás Cárdenas, Matanzas. A bordo de una balsa, enfrentaron el inmenso mar y las incertidumbres del futuro. «Emigrar de cualquier forma es triste, pero solo el que se ha ido en balsa o en bote sabe lo triste que se siente», expresó.
Durante seis días, Yilay y sus compañeros estuvieron a la deriva, viviendo una experiencia marcada por el dolor de presenciar tragedias en el mar. «Vivimos la experiencia de ver un muchacho ahogado y no poderlo recoger, de oír gritos en la noche y no poder ayudar», detalló, revelando el peso emocional que llevó consigo desde entonces.
Finalmente, fueron rescatados el 28 de agosto, después de vivir la incertidumbre y el temor constante. «Tuve la muerte muy cerca», subrayó Yilay, enfatizando la magnitud de la angustia que acompañó cada momento de esa travesía.
Su relato también destaca el cambio de percepción que vivió en la base naval de Guantánamo, donde permaneció varios meses. Las impresiones que tenía sobre los estadounidenses se desvanecieron al experimentar la solidaridad y el respeto que recibió de parte de ellos.
«Desde esa base empecé a sentirme una persona con derechos», compartió, evidenciando cómo su visión se transformó al vivir la realidad en carne propia.
Hoy, Yilay reside en Estados Unidos y ama su nuevo hogar, pero su amor por Cuba perdura. La añoranza por su tierra natal y los recuerdos de la travesía en balsa son compañeros constantes en su vida. A pesar del tiempo transcurrido, sigue anhelando la posibilidad de reunirse con su familia en Cuba nuevamente.