«Yo no puedo dejar que esto me caiga en la cabeza», expresó con determinación Felipa Tavera Gómez, una valiente cubana que ha convertido vagones de tren abandonados en Ciego de Ávila en su hogar. Su historia, llena de desafíos y esperanza, es un testimonio conmovedor de la realidad que enfrenta una parte de la población en Cuba.
Hace cuatro años, Felipa se cruzó con Inés María Chapman Waugh, vicepresidenta de los Consejos de Estado y de Ministros, quien visitó el caserío «Las Casillas» en Morón. En ese encuentro, Felipa dejó una huella imborrable al compartir su historia de lucha y resiliencia.
Según el periódico oficialista Invasor, Felipa, quien ahora está jubilada, aspira a dos metas: viajar a La Habana o escribir al presidente designado Miguel Díaz-Canel para contarle que, pese a los años transcurridos, sigue habitando en las mismas condiciones. Su deseo es una voz de llamado a la atención sobre su situación y la de muchas personas que, como ella, viven en circunstancias precarias.
Felipa reside en uno de los vagones de tren que se extienden a lo largo de la línea desde Serafina hasta la Unidad Empresarial de Base Osvaldo Sánchez. A pesar de las dificultades, ha logrado crear un espacio que llama hogar. Su morada es pequeña pero llena de detalles significativos: una mesa con un florero en medio, paredes adornadas con un calendario, una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre y una fotografía del General de Ejército Raúl Castro.
La historia de Felipa es una odisea de traslados y adaptaciones. Desde Guantánamo hasta Falla, y finalmente Morón, ha recorrido un camino de cambios en busca de un lugar estable. Pasó por casillas inadecuadas y deterioradas hasta encontrar el vagón que ahora llama su hogar. Su determinación la llevó a buscar soluciones y mejoras para su entorno, incluso gestionando con el Gobierno el relleno y el cemento para reparar el piso y garantizar la seguridad de su familia.
A pesar de las dificultades, Felipa lucha junto a su hija, quien tiene retraso y trabaja como auxiliar de limpieza en una escuela. La vida en el vagón de tren es una realidad difícil pero compartida con su pareja y sus dos hijos. Seis personas conviven en un espacio reducido, donde las paredes albergan las historias y los sueños de cada uno.