En un artículo publicado por Tribuna de La Habana, la periodista Ana Maura Carbó lamenta la deplorable situación en la que se encuentran las playas de Alamar, al este de la ciudad, y evoca con nostalgia los tiempos en que estos litorales eran frecuentados por los habaneros.
El texto describe un paisaje desolador: playas desiertas, llenas de basura y con infraestructuras en ruinas que parecen sacadas de una película de ciencia ficción postapocalíptica. La autora señala las huellas de las antiguas construcciones ahora derruidas, los fragmentos de las cafeterías, el largo muro donde solíamos tomar el sol y las escaleras que facilitaban el acceso al agua.
A pesar de esta realidad desalentadora, el artículo no aborda las causas detrás de la degradación de estas playas. La autora no realiza una investigación periodística exhaustiva y se limita a expresar su lamento por la situación actual.
En otro momento del texto, Carbó se cuestiona si sería tan difícil reparar estos centros recreativos para proporcionar a la población, que se encuentra alejada de cines, teatros, centros nocturnos y grandes parques, una vida cultural más activa, especialmente durante el verano. Ella misma responde que esto requeriría una inversión considerable de recursos materiales y financieros para remover la capa de tierra acumulada durante años en la piscina gigante y despejar los accesos que permiten la circulación de patrullas policiales hasta El Golfito.
El artículo concluye con la esperanza de que antes de que termine el verano, se produzcan mejoras en estas playas. La autora imagina camiones llenos de arena vertiéndose sobre los arrecifes para ocultar sus bordes afilados.
Sin embargo, esta no es la única playa afectada en la zona. A finales del año pasado, se informó que Santa María del Mar, la playa más extensa del litoral norte de La Habana, también se encontraba en un estado lamentable debido a la falta de atención por parte de las autoridades y al poco civismo de algunos visitantes.
En septiembre pasado, una cubana denunció el abandono de numerosas viviendas propiedad del gobierno en la playa de Boca Ciega, a pesar de que muchas personas en la capital no tienen un lugar donde vivir o se encuentran en condiciones precarias. Estas viviendas representan un peligro inminente de derrumbe en muchos casos.