Estados Unidos destina 28 millones de dólares para reparaciones de su Embajada en La Habana tras años de abandono

Redacción

La embajada de Estados Unidos en La Habana se encuentra en proceso de renovación constructiva, con un costo de 28 millones de dólares, pero ha enfrentado dificultades debido a problemas logísticos y tensiones políticas con el régimen cubano.

Después de años de abandono, las obras de restauración en la sede diplomática, que comenzaron en mayo del año pasado, podrían sufrir un retraso de seis meses y concluir en marzo o abril de 2024, según una fuente del Departamento de Estado citada por Reuters.

Cuando la embajada reabrió sus puertas el año pasado, después de casi cinco años de cierre debido al «Síndrome de La Habana», el edificio presentaba un estado calamitoso, con pedazos de la fachada desprendiéndose desde los pisos superiores, representando un peligro para los transeúntes.

El huracán Irma en 2017 causó daños en las ventanas inferiores, un puesto de guardia y el revestimiento de granito del edificio. Además, la valla perimetral estaba oxidada y tambaleante debido a los vientos habituales en el litoral habanero. También se consideró que el balcón con vista al mar era una estructura insegura.

Benjamin Ziff, encargado de negocios de EE.UU. en Cuba, destacó la importancia de tener una embajada segura y una presencia adecuada en Cuba. Según él, la diplomacia no se trata solo de política, sino también de logística y presencia física.

El gobierno cubano ha expresado su interés en el funcionamiento de la embajada estadounidense para el otorgamiento de visados a los cubanos, con el objetivo de frenar el éxodo hacia Estados Unidos a través de vías irregulares. Sin embargo, inicialmente hubo demoras en la emisión de visados para los trabajadores y técnicos estadounidenses encargados de la renovación de la sede diplomática.

El equipo de trabajo, compuesto por aproximadamente 12 personas, incluidos cinco cubanos acompañados por contratistas estadounidenses, ha enfrentado fluctuaciones debido a obstáculos burocráticos, lo que ha ocasionado retrasos en la construcción, según la fuente del Departamento de Estado consultada por Reuters.

Los problemas logísticos, como la necesidad de obtener nuevas herramientas o visados, han afectado el avance de las obras. Además, el combustible cubano con alto contenido de azufre ha dañado la maquinaria importada de Estados Unidos, y ha habido escasez de materiales de construcción en Cuba, como cemento y barras de refuerzo. El Departamento de Estado tuvo que importar acero inoxidable de alta calidad para las vallas y granito proveniente de Vermont para la nueva fachada del edificio.

Aunque algunos de estos problemas han sido resueltos y el gobierno cubano ha agilizado el proceso de obtención de visados para los trabajadores, han surgido nuevos obstáculos. Los retrasos burocráticos en el transporte de materiales de construcción sensibles en contenedores «seguros», sellados por el privilegio diplomático, han dificultado el progreso de las obras.

Los residentes de La Habana han mostrado su apoyo a la reforma de la embajada y han destacado su importancia. Según Alexander García, un trabajador de 22 años en una cafetería frente a la embajada, esta es una de las embajadas más importantes del país y muchos cubanos la visitan cuando desean viajar. García espera que esté en óptimas condiciones cuando llegue su momento de ir.

La embajada de Estados Unidos en La Habana fue construida en 1953 en el icónico Malecón, diseñada por los arquitectos Harrison & Abramovitz, quienes también diseñaron la sede de las Naciones Unidas en Nueva York. Después de que Fidel Castro tomara el poder en 1959, ambos países rompieron relaciones diplomáticas y el edificio quedó prácticamente abandonado.

La embajada funcionó durante años como «Sección de Intereses de Estados Unidos» y reabrió como embajada en julio de 2015, cuando se restablecieron las relaciones diplomáticas bajo la administración del presidente Barack Obama. En 2017, se redujo el personal diplomático después de que los funcionarios estadounidenses informaran de incidentes de salud anómalos, conocidos como el «Síndrome de La Habana».