Los cubanos, famosos por nuestra afición a contradecir y expresar lo opuesto a lo que los demás afirman, hemos llamado “monstruos” a personas excepcionales en sus disciplinas, como María Callas, Alicia Alonso, Celia Cruz, Rosa Fornés, Celina González, Ernesto Lecuona u Olga Guillot. Estas figuras destacadas se han ganado nuestro reconocimiento y admiración por su talento innegable. Sin embargo, hay un “monstruo” diferente del que vamos a hablar en esta entrada de blog. Se trata de un tipo de monstruo agradable, incomparable e inigualable. Un verdadero virtuoso que no se repetirá en la historia de la música. Estamos hablando del “monstruo” estadounidense Nat King Cole.
Nathaniel Adams Coles, conocido como Nat King Cole, fue un cantante y pianista estadounidense que alcanzó popularidad mundial en las décadas de los cuarenta, cincuenta y sesenta. Su melosa voz y su variado repertorio de temas románticos lo catapultaron a la fama. Además de su talento vocal, Cole fue considerado uno de los grandes innovadores del piano en la música de jazz. Aunque su carrera como pianista prometía, decidió centrarse en la interpretación vocal, convirtiéndose en un maestro del crooner, un estilo en el que solo Frank Sinatra pudo opacarlo, teniendo en cuenta las barreras raciales presentes en aquellos tiempos en los Estados Unidos.
Nacido el 17 de marzo de 1917 en Montgomery, la capital del segregacionista estado sureño de Alabama, Cole emigró junto a su familia a Chicago, una ciudad más desarrollada y menos rígida en cuanto a la segregación racial. Su padre, Edward James Coles, era pastor bautista y se hizo cargo de una iglesia en Chicago. Nat creció en un entorno familiar con estrictas normas morales, pero propicio para su inclinación musical, especialmente hacia el piano. Su madre, Perlina Adams, tocaba el órgano en la iglesia, mientras que su hermano Eddie, seis años mayor, se inició como bajista en bandas de jazz desde muy joven. Incluso su quinto hermano, Ike, también se convertiría en un pianista profesional. Nat tuvo la oportunidad de completar su formación artística en el vibrante escenario del ghetto negro de Chicago, que era el epicentro de la emergente música de jazz.
A los dieciséis años, gracias a su excelente técnica pianística y su amplio conocimiento de jazz, gospel, blues y música clásica, Nat formó sus dos primeras bandas: una big band llamada “Rogues of Rhythm” y el quinteto “Nat Coles and His Royal Dukes”. Poco después, se trasladó a Los Ángeles, donde residiría hasta el final de sus días. Allí, alcanzó un sólido prestigio como músico de jazz y formó un trío que se destacaba por prescindir de la batería. El Nat Cole Trio, como se llamaba profesionalmente (sin la “s” final de su apellido), lo llevó a la fama gracias a su estilo refinado de tocar el piano, influenciado por Earl Hines, una de las leyendas del jazz de todos los tiempos. Además, el peculiar soporte rítmico proporcionado por la guitarra de Oscar Moore y el contrabajo de Johnny Miller contribuyeron a su estatus de mito.
En 1943, Cole firmó un contrato de siete años con Capitol Records, la compañía discográfica con la que grabaría todos sus discos. Sin embargo, su rumbo cambió cuando un cliente obstinado de un club lo descubrió como cantante al obligarlo casi a cantar el tema “Sweet Lorraine”. Su voz cálida y aterciopelada fue la clave de su enorme éxito como crooner o intérprete melódico. Gracias a ella, se convirtió en el primer artista negro en ser aceptado masivamente por el público blanco. Se cuenta que otro espectador, entusiasmado tras escucharlo en un club, fabricó una corona de cartón y se la colocó al grito de “You are the King” (Tú eres el rey). Desde entonces, fue para siempre Nat King Cole, un ídolo de multitudes.
A pesar de su éxito, Cole tuvo que enfrentar el racismo en Estados Unidos. En 1956, mientras era el primer afroamericano en tener su propio programa de televisión, llamado “The Nat King Cole Show”, en Alabama se produjo un incidente racista que lo dejó marcado. El abominable y despreciable Ku Klux Klan, símbolo del racismo profundo de la década de 1950 en Estados Unidos, se sintió profundamente irritado por el éxito de un hombre negro. Aunque el programa fue un gran éxito, duró poco en el aire debido a la falta de patrocinadores. Aquellos que lo apoyaron fueron amenazados con boicotear sus productos o servicios, especialmente en los estados sureños. Durante un concierto en Alabama, tres miembros de una asociación blanca extremista lo asaltaron en Birmingham, golpeándolo fuertemente con el micrófono y lastimándole la espalda. A pesar de que más de cuatro mil espectadores blancos presenciaron el incidente, no hubo ninguna reacción. Nat, decepcionado, dijo: “Yo solo vine a divertirlos, yo nací aquí en Alabama y miren cómo me han tratado”. Ofreció un segundo concierto solo para el público negro, una respuesta comprensible pero que también reflejaba el racismo de la época. Los asaltantes recibieron una sanción leve y Nat nunca regresó a Alabama.
Pero la intolerancia y el racismo también dejaron su huella en La Habana, Cuba, durante esa época. En el primer viaje de Nat King Cole a la isla, surgió una polémica porque el lujoso Hotel Nacional de Cuba se negó a admitirlo debido a su raza. A pesar de esto, su tremendo éxito en el famoso cabaret Tropicana hizo que muchos propietarios de los mejores centros nocturnos de la ciudad desearan contratarlo nuevamente. Lo mismo sucedía con la televisión, donde sus actuaciones generaban ganancias millonarias. Sin embargo, Cole no estaba dispuesto a sufrir la misma humillación. Como condición para aceptar las ofertas, exigió ser hospedado en el Hotel Nacional. Martin Fox, dueño de Tropicana y admirador del talento de Cole, se encargó de solucionar la situación y logró que el cantante fuera alojado en el hotel durante dos semanas. Hoy en día, una estatua en La Habana recuerda su estancia allí. Nat King Cole era conocido por su carácter tímido y afable, y dejó una impresión duradera como un hombre cordial y respetuoso.
A pesar de su éxito, siempre llamó la atención que Nat King Cole decidiera no involucrarse demasiado en asuntos ajenos a su trabajo. Su apoyo a la causa de los derechos civiles de los negros fue limitado, lo que lo dejó en una posición incómoda. Sin embargo, es interesante destacar que el presidente y dueño del sello discográfico cubano Panart, Ramón Sabat, convenció a Cole de grabar un álbum completo en español en La Habana. Este disco, titulado “Cole Español”, se convirtió en un clásico en su discografía. Hace más de 60 años, Nat King Cole impactó con su acercamiento a la música cubana y mexicana, algo que ninguna otra gran figura de la canción estadounidense había intentado. Grabó tres discos en español, bailando en casa del trompo y cantando boleros y canciones en español de manera magistral. Además de su propio éxito, ayudó a difundir la música cubana en lugares donde nunca antes se había escuchado.