Los orígenes de La Víbora se remontan al siglo XVII y están estrechamente ligados al entonces llamado Camino Real del Sur, convertido posteriormente en Calzada de Jesús del Monte y, en 1918, en calzada de Diez de Octubre. Se dice que el lugar, situado en el punto más elevado del primer tramo del camino, se convirtió en una estancia ideal para el descanso de bestias y personas que por él transitaban. Con este propósito, se construyó una casona que funcionó como cuadra para las bestias de carga y las mulas del correo. En ella, se instaló una campana para avisar al público sobre la entrada o salida de algún vehículo de paso, lo que llevó al sitio a tomar el nombre de Paradero de La Campana.
Con el aumento del tránsito vehicular, se incrementaron en el lugar los establecimientos dedicados a los servicios, tales como herrerías, ventas de forrajes, cuadras, caballerizas, posadas y fondas. También creció la población local, que se dedicó principalmente a la ganadería, al cultivo de tabaco y de los frutos menores.
En 1728, se estableció en el paradero un médico alemán que encargó a un pintor indio yucateco que habitaba en la barriada que le dibujara en la pared de la casa un enorme caduceo, símbolo de la medicina. El artista enredó dos amenazantes reptiles en el báculo de Esculapio en lugar de las dos apacibles serpientes entrelazadas, lo que motivó a los asiduos al lugar a comenzar a llamarle, en vez de Paradero de la Campana, de La Víbora. Ya en 1780, documentos de la época nombraban al poblado como Cuartón de La Víbora, que para 1852 contaba con algo más de 500 habitantes.
No es hasta los inicios del siglo XX que La Víbora logra un crecimiento importante, y este crecimiento está estrechamente ligado al nombre de tres familias: Los Párraga, los Mendoza y los Abreu.
La barriada de La Víbora es conocida por su distinguida familia Párraga, quienes contribuyeron significativamente al crecimiento y desarrollo de la zona. La familia Párraga se estableció en La Habana a finales del siglo XVIII, procedente de Vigo en Galicia, y entre sus descendientes más ilustres se encuentra José Miguel Párraga, quien participó activamente en las luchas por la independencia y fue reconocido por líderes como Ignacio Agramonte, Máximo Gómez y José Martí.
Otro miembro destacado de la familia Párraga fue Ángel Justo Párraga, quien adquirió las tierras de la finca Santa Catalina de las Cruces en 1903, que se extendían desde la calle Libertad hasta la avenida de Acosta y desde la calzada de Jesús del Monte hasta la calle Cortina. Como ejemplo para la comunidad, hizo construir un lujoso palacete que hoy en día se encuentra en la calzada de Jesús del Monte y la calle Carmen, que actualmente alberga la Casa de la Cultura del municipio Diez de Octubre. La finca Santa Catalina se comenzó a parcelar en manzanas de 100×100 metros y se inició el negocio de bienes raíces con la venta o arrendamiento de los terrenos. Las oficinas del negocio de los Párraga se situaron en los sótanos de la mansión familiar.
La extensión del barrio de La Víbora se completó con las tierras de los Mendoza, que ocupaban desde la avenida de Acosta hasta Santa Catalina y desde la calle Figueroa hasta la de Mayía Rodríguez. Los terrenos de Mayía Rodríguez a Goss fueron donados por Rosalía Abreu, hermana de la santaclareña Marta Abreu. De esta manera, se conformaron los límites de la barriada de La Víbora, que se extendían desde la calzada de Diez de Octubre hasta la calle Goss y desde la avenida de Acosta hasta Santa Catalina.
El crecimiento del barrio viboreño también se vio influenciado por la ampliación de la línea del tranvía a lo largo de la calzada de Jesús del Monte. El paradero inicial se ubicó en la mencionada calzada y la calle Mangos, pero gracias a la influencia del entonces presidente de la república, Mario García Menocal, cuya familia también se estableció en La Víbora y era gran amiga de la familia Párraga, se ordenó su traslado para Patrocinio y Jesús del Monte, a escasos cien metros del palacete de los Párraga, convirtiéndose en poco tiempo en uno de los mayores paraderos de tranvías de La Habana.
Con la llegada de familias adineradas y la creación de la duodécima estación de policía en la avenida de Acosta que garantizaba la tranquilidad pública, comenzaron a aparecer comercios de todo tipo, grandes colegios y centros privados de salud.
La barriada fue poblándose con médicos, abogados, comerciante ricos y funcionarios gubernamentales que transformaron la geografía viboreña en una zona residencial marcadamente elitista. Las excelentes vías de comunicación con otros barrios de La Habana garantizaba a los vecinos ricos de La Víbora el mantenimiento de su servidumbre y alentó a los estratos de la pequeña y mediana burguesía, así como a empleados bien remunerados a mudarse para la barriada, lo que dio lugar a la construcción de casas más económicas y edificios de apartamentos y adquirir, en la década de los años 50, su configuración actual.