Malena, de 9 años de edad, gracias a su pasaporte español que heredó de su abuela y a la solvencia económica de sus progenitores, asiste a una escuela para hijos de diplomáticos, un centro atípico en el sistema educacional cubano: sin uniforme, ni bolsita de merienda o pañoleta al cuello.
En ese centro los alumnos disfrutan de salones climatizados, mobiliario nuevo y conexión libre a internet, con un excelente y variado menú en el comedor y donde la conversación usualmente recae en la estancia de fin de semana en algún cayo (o en el extranjero) o de que el papá cambió nuevamente de automóvil.
La Escuela Internacional de La Habana, fundada hace 40 años, ya no es solo para los hijos de embajadores y personal consular o de extranjeros empleados en empresas mixtas radicadas en la isla, sino también de todo aquel que pueda mostrar un pasaporte foráneo y que se pueda costear la matrícula (bastante cara, de hecho).
Este centro, ubicado en la calle 18 del lujoso barrio de Miramar, cuenta con los más exclusivos bienes e instalaciones: biblioteca, centro multimedia y parque de diversiones, mientras que el sistema público arduamente se reparte los escasos y deteriorados recursos materiales con los que cuenta desde hace décadas.
Paralelamente al amplio y preparadísimo claustro de profesores que trabaja en esta institución, se halla la escasez crítica de instructores en la red de escuelas públicas, además de que aquella tiene una lista de profesores interesados kilométrica (la que resolvería el problema del sistema público).
Tanto esta escuela como el Centro Educativo Español de La Habana, también localizado en Miramar (fundado en 1986), presentan requisitos de ingreso que involucran documentos de certificación del niño como extranjero, por lo que todos los nietos de españoles nacionalizados pueden ya matricular.
También en la inscripción se deben anexar las calificaciones anteriores del estudiante y el monto de la matrícula, el que oscila entre los 4.000 y 10.450 dólares por curso.
Muchos cubanos que vivieron varios años en el exterior asumen los costos de estas escuelas con tal de que sus hijos no pasen por el sistema público y sean criados dentro de la ideologizada enseñanza cubana.
Un reconocido artista cubano y su esposa, acostumbrados a la buena vida y a la residencia en uno de los barrios más exclusivos de la capital cubana, ahora se las ven negras para abonar el coste de la matrícula del curso de secundaria de su hija, quien nació y se crio en Madrid.
La madre de la niña aclaró que ellos prefieren totalmente sacrificarse que matricular a su hija en una secundaria de Centro Habana, donde actualmente residen.
La niña ya está acostumbrada a compartir aula con hijos de nuevos ricos, de corresponsales extranjeros residentes en Cuba y de gerentes
Mediante recomendaciones y de forma directa se efectúa la contratación de profesores, responsables de servicios y administrativos. Las bolsas que el Estado controla, como ocurre con la mayoría de las vacantes en otras instituciones, no se ven involucradas en esta mediación.
Una joven egresada de la Academia San Alejandro de Artes Plásticas, Lina, consiguió integrar el claustro docente de uno de esos centros, en la asignatura relacionada con su especialidad, gracias a su dominio del idioma inglés. Luego de impartir allí por varios años, rememora actualmente el gran salario con el que contaba y, sobre todo, “el ambiente de libertad que se respiraba nada más entrar”.
El profesorado se integra, en su mayoría, por profesionales provenientes de Reino Unido, Alemania, Canadá, Holanda y Portugal, añadiendo cubanos contratados tras probar su capacitación en el dominio de “métodos pedagógicos modernos”.
Al egresar de los colegios, los ex estudiantes adquieren títulos homologados en la Unión Europea que resultan válidos en sus lugares de procedencia.
Las asignaturas de la enseñanza primaria incluyen Matemática, Español. Música, Inglés, Educación Artística Plástica, Computación, Educación Física y Educación en Valores, que no difiere mucho de la educación gratuita en cuanto al contenido, pero sí en la manera en que se transmite.
Apenas pueden asumir más matrícula, sobre todo con la gran demanda por parte de los cubañoles, por lo que Ian Morris, director de la Escuela Internacional de La Habana, anunció en el último boletín del centro docente que se mantendría el límite de matrícula vigente, puesto que no han podido encontrar una mejor opción para ampliar la instalación.
Malena, hija de Ivette, que a la vez es propietaria de una paladar en la Habana Vieja, asiste todos los días a uno de estos colegios, dado que su madre bien pensó en aprovechar su recién obtenido pasaporte español para ahorrarle a su niña las amargas experiencias que ella experimentó en su momento, empleando, según la misma Ivette, el dinero mejor gastado de su vida.