Día tras día, noche tras noche, la A58, la A95, el p5; todos pasan por la misma intersección, esa que es punto de inflexión en el viaje: después de recta y recta, un brusco cambio a derecha. Es imposible no sentir cuando la guagua se desvía desde San Lázaro y coge Colón, aún con los ojos cerrados. Pero, ¿por qué cerrarlos si allí se encuentra uno de los edificios más llamativos y emblemáticos de La Habana? Y, a pesar de todo, está en ruinas, o totalmente abandonado, por lo menos.
Esbelto, imponente, entero de ladrillo visto, con grandes chimeneas y elementos estructurales de obra. Algunas voces comentan en la guagua que era una estación de bomberos, otras rectifican diciendo que era una fábrica de algún tipo; verdaderamente, nunca había reparado lo suficiente en esa edificación como para que me surgiera esa duda. Alguien por fin me instruye: era la principal planta eléctrica del sistema tranviario de La Habana. Con la poca cultura que queda en Cuba sobre tranvías, cuesta recordar que, alguna vez, La Habana estaba completamente poblada por ellos y que eran símbolo del progreso que se asomaba y se prometía para esta ciudad.
La Habana comenzó con el uso del tranvía en enero de 1858. Fue la segunda urbe en América Latina en utilizar este medio de transporte, precedida solo por la ciudad de México. Hasta finales de abril de 1952, los tranvías gozaron de efectiva utilidad entre los habitantes y visitantes foráneos de la capital cubana. Este dio paso al servicio de autobuses. ¿Quién sabe? Tal vez hoy la capital cubana gozaría del mismo artilugio que atrae, en ciudades como San Francisco, grandísimo interés turístico cada año (aunque comparar a La Habana con San Francisco es, tal vez, pedir demasiado). Además, es muy probable que el sistema actual no hubiera dado prioridad ni suficiente mantenimiento a estos medios.
La plata eléctrica de Blanco y Colón fue una de las obras de gran envergadura añadidas a la infraestructura vial durante la primera gran inversión y establecimiento del sistema tranviario. Próxima al litoral habanero y a la calzada de San Lázaro, este espacio fue antiguamente ocupado por la fundación Van de Water, inmueble demolido enteramente para la construcción del nuevo edificio.
La planta formaba un rectángulo con dimensiones de 70.65 metros de alto y 39.31 de ancho, y fue erigida directamente sobre la formación coralina que caracteriza topográficamente esta área. La fachada y demás elementos arquitectónicos, reitero, se realizaron todos a ladrillos vista, al igual que las ventanas de arcos y las puertas, siendo importada de los Estados Unidos la totalidad de los materiales empleados.
Para construir el basamento, donde iban instalados tres generadores de corriente directa, se cavó a una profundidad de 1.80 metros bajo el nivel del mar. Sobre los cimientos de hormigón se construyó una estructura de acero que soportaba una grúa movida sobre carriles capaz de alzar 45 toneladas de peso, muy útil para mover las cargas de carbón y algunos de los motores generadores en caso de ser necesario. El techo consistía en una amplia plataforma en donde se ubican nueve chimeneas. La electricidad generada por los dinamos era de 550 voltios, la magnitud utilizada por muchos sistemas de tranvías en el mundo.
Los postes de madera o hierro que servían como sostén de las catenarias fueron emplazados siguiendo el recorrido de las líneas. Se comunicaban entre sí por unas tuberías subterráneas donde estaban instalados los alambres transmisores de la fuerza eléctrica. Los troles del tranvía tomaban la energía de los cables aéreos, los cuales fueron importados en volúmenes considerables de la firma neoyorquina Morris Electric Co. A su vez, todos los aislantes de los conductores de las primeras instalaciones eléctricas se adquirieron de la compañía Potomac Terra Cota Co., con sede en Washington. Definitivamente, se contaba con un enorme presupuesto para llevar a cabo este plan.
Esta gigantesca planta, hoy ubicada en el municipio de Centro Habana, fue desmantelada en 1913. Se pueden ver hoy los cientos de grafitis que adornan sus muros exteriores, ¿y cómo no, si Centro Habana es una de las cunas del arte urbano actual en la ciudad? Este lugar, desmantelado, desatendido, totalmente abandonado desde hace décadas, queda imperecedero y no se rinde, se mantiene precioso y con un carácter armónico peculiar a pesar de todo.
Tiene todo el potencial para ser el nuevo hit de La Habana, ya sea como galería de arte, como centro nocturno, como centro recreacional e instructivo para la comunidad, o como la Fábrica de Arte: un poco de todo y todo a la vez. Comparte el mismo origen y hasta modelo arquitectónico con la Fábrica de Arte Cubano y el nuevo centro polivalente (similar al Pabellón Cuba) en que se convertirá la antigua fábrica de bicicletas de Línea y 18, pues todos fueron construidos como plantas eléctricas y terminales para el sistema de tranvías de la ciudad; sin embargo, este es el único sitio que nadie pretende recuperar. Si se pudiera, la planta de Blanco y Colón sería el nuevo interés turístico de La Habana, el mejor y más moderno centro social, el mejor proyecto del que se pudieran enorgullecer, y hasta sería el más céntrico, porque no por nada se llama al área Centro Habana.