Hasta el día en que se vaya al “más allá”, Arturo Pérez un guajiro cubano de Camajuaní, estará asegurando que vio Dios en el charco La Playita.
“Era el mismísimo Jehová. Estaba calvo, tenía voz de trueno y levitaba. No estaba solo, a su lado se encontraba un séquito de indios a caballo que galoparon hasta difuminarse en el aire”, cuenta Arturo.
Con el paso del tiempo, un día Arturo se enteró que en el Vaticano habían lanzado un concurso con el tema “Yo vi a Dios”. No perdió tiempo, rápidamente tomó papel y lápiz y se dispuso a describir con lujo de detalles el momento en que había estado frente a frente con Jehová en Camajuaní. Para él, la oportunidad de hacerse con los 10.000 dólares del premio no era un sueño lejano, ya que estaba seguro que nadie había podido ver a Dios tan de cerca.
La carta la mandó a la Santa Sede y al cabo del tiempo recibió respuesta. En esta, se le agradecía por su mensaje y le felicitaban por haber tenido la gracia de encontrarse con Dios. Sin embargo, en el sobre no había ni un solo dólar.
A Arturo no le patinaba el coco y hablaba con mucha calma. Su relato era preciso y nunca se contradecía por más que lo cantar una y otra vez. Por ello, algunos de sus vecinos comenzaron a pensar que en realidad se trataba de un iluminado y comenzaron a creerle.
No obstante, la mayoría de los que vivían cercanos a él lo tachaban de mitómano, farsante y de andarse inventando historias para ser el centro de atención. Otros, a su vez, aseguraban que Arturo no era más que un guajiro con la imaginación por las nubes, que un buen día andaba caminando por el charco La Playita del río Camajuaní, con “nosecuantos” tragos encima, y por eso creyó ver lo que en realidad solo estuvo en su cabeza.
Sin embargo, Arturo jura y perjura que todo fue real y que, si otros han visto a Jehová, por qué no van a creerle a él.