Hace algunos años (no muchos) las autoridades cubanas anunciaron la apertura de una cadena estatal para comercializar pan con perro caliente. Al acto central asistieron representantes de Comercio, del Partido, del Gobierno; se tiraron la foto, cortaron la cinta y dieron discursos, donde aseguraron que nacía una nueva era en la gastronomía cubana… que ahora sí el respeto a los consumidores iba ganando la batalla y bla, bla, bla…
Pasaron los años y con los establecimientos dedicados a la venta de pan con perro sucedió lo mismo que con todos los de la gastronomía estatal, terminaron siendo una porquería.
Primero se perdió el refresco de lata, que antes se priorizaba en estos establecimientos, y cuando aparece se vende caliente (irónicamente a unos metros los particulares lo tienen bien frío y al doble del precio).
Luego le toco el turno a la mostaza. En una buena parte de los establecimientos dedicados a la venta de pan con perro sólo se le echa cátsup a la salchicha (o un sucedáneo, porque casi nunca sabe a cátsup). Este producto forma parte de la “lucha” de los empleados que lo sustituyen por cualquier otro de mala calidad comprado a la carrera en el mercado o le echan agua con generosidad para justificar el desvío de su buena parte.
Claro que en el mundo ideal de las oficinas de Comercio y Gastronomía estos problemas no existen o siempre se encuentran en vía de solución. El director provincial de Gastronomía en La Habana, Jorge Vázquez revela que en la ciudad existen 19 Casas del Perro Caliente que prestan servicios las 24 horas y que en ellas se exige el cumplimiento de las normas higiénico – sanitarias.
El funcionario afirma que en Gastronomía son muy exigentes con que los locales se mantengan acogedores y los dependientes pulcros y correctamente vestidos. También hizo hincapié en que la mostaza, el cátsup debían ser de primera calidad y el refresco enlatado venderse “a la temperatura adecuada”, pues para eso existían cámaras de frío en todos los establecimientos de la cadena.
Y todo eso lo dijo sin reírse…
Sobre el problema del refresco, uno de los que más molesta a los clientes explica que los establecimientos tienen la obligación de venderlos fríos, aunque la venta se demore unas horas más. Justificó el funcionario su falta con los problemas que están enfrentando los proveedores con el CO2, lo que ha hecho caer la producción.
La falta de mostaza, asegura Vázquez, debe ser compensada por el dependiente gastronómico agregando una mayor cantidad de cátsup.
Sin embargo, la realidad es mucho más compleja de lo que expresa el director provincial de Gastronomía. Así lo demostraron los periodistas del periódico oficial Juventud Rebelde, los que se tomaron el trabajo de visitar varios establecimientos de la cadena Casa del Perro para apreciar de primera mano las dificultades.
El primer y grave problema que detectaron – y que curiosamente no mencionó Vázquez – fue que el transporte no funciona. El refresco existe en los almacenes, pero no se puede vender en las unidades porque el camión para llevarlo se encuentra averiado. Igual sucede con el pan, que ha tenido que ser transportado en los autos particulares de los trabajadores para que no se detenga la venta.
La unidad que más cantidad de pan con perros calientes vende es la de 23 y K en el Vedado, pero allí es muy difícil encontrar un refresco frío. El administrador expresa que tienen serios problemas para refrigerar el producto por el mal estado del equipamiento y que se debe priorizar la refrigeración de las salchichas.
A los clientes molesta igualmente la “indicación” de que sólo se puede vender el refresco si se consumen salchichas (una política que recuerda los famosos “convoyados” de los años 80 del siglo pasado). Esta medida puede resultar lógica para evitar el acaparamiento de refrescos por parte de los comerciantes particulares, pero no tendría razón de ser si el Estado cubano lograra la estabilidad de los refrescos enlatados en el mercado.
A pesar de las rigurosas normativas y de la reciente puesta en vigor de un nuevo reglamento de Comercio para “proteger al consumidor” los periodistas de Juventud Rebelde pudieron comprobar que en la cadenas del Pan con Perro se violan con regularidad las normas higiénico – sanitarias. La inmensa mayoría de los dependientes, por sólo citar un ejemplo, prescinden del uso del gorro que exige salud pública para evitar que los cabellos caigan en los alimentos.