Eduardo Córdova emplea seis meses al año en recorrer las carreteras de Estados Unidos manejando grandes camiones, el es un camionero.
Con lo que gana en ese período de tiempo, paga cómodamente la pensión de sus hijos y luego viaja a Cuba, para “disfrutar de la vida” el resto del año.
Es un sistema “ideal” para este cubano que le permite disfrutar de lo mejor de dos mundos opuestos.
A los 25 años, Eduardo se aburrió de Cuba y emigró. A los 48 consideró que ya había vivido lo suficiente a tiempo completo en el “sueño americano” y decidió repatriarse a la Isla.
Once horas y 700 millas de carretera le hacen ganar unos 350.00 dólares al día. Pero no concibe pasarse la vida de esa forma.
Por eso acumula dinero la mitad del año en Estados Unidos, paga la manutención de sus hijos en Miami y se sube a un avión con 6 000.00 dólares en el bolsillo para descansar en Cuba.
Eduardo abandonó la Isla en 1994, no como balsero, sino con una visa de reunificación familiar.
Le fue bien en los primeros tiempos: se dedicó a los préstamos hipotecarios, compró dos casas, un Mercedes del año y acumuló 250 000.00 dólares en su cuenta bancaria.
Sin embargo, cuando en 2007 la economía entro en recesión todo se vino abajo. Tuvo que liquidar sus propiedades, perdió el capital acumulado y se tuvo que poner a manejar camiones.
Considera que Estados Unidos es el “mejor país del mundo” y sabe que sus hijos, que hablan perfecto inglés, tendrán más oportunidades que en Cuba; pero él, sencillamente, se “aburrió de la ostentación”.
El cubano sabe que su peculiar “opinión” lo hace ver como “un loco” a ojos de sus compatriotas; pero afirma que Estados Unidos, si no se es millonario, es un país aburrido, en el que todo se reduce a la rutina. Y eso no es vida.
Decidió repatriarse a Cuba porque el dinero allí le “rinde más” y con lo que gana en un mes en Estados Unidos, puede vivir un año en la Isla con total tranquilidad.
En el país en el que nació se siente libre del sueño de tener una casa y pagarla en 30 años para vivirla cuando se es viejo.
Eduardo se acogió a la posibilidad que abrió la reforma migratoria de Raúl Castro, la que permite que todo cubano que no haya realizado “acciones hostiles contra los fundamentos políticos, económicos y sociales del Estado” pueda repatriarse a Cuba cuando lo desee, recuperar su residencia en la Isla y continuar viviendo en el exterior.
El proceso para Eduardo resultó bastante sencillo. Contactó con un familiar en Cuba, se presentó con una carta en notaría en la que el familiar afirmaba su disposición de hacerse cargo de él hasta que pudiera valerse por sí mismo.
Cuando le preguntaron si regresaba al país para trabajar dijo que no, que lo hacía para retirarse. Lo aprobaron de inmediato.
Durante el tiempo que permanece en la Isla renta un apartamento en el municipio Playa en La Habana por 150.00 dólares al mes. Se compró un auto y ahora reúne dinero para una casa. No desea nada ostentoso, lo necesario para vivir.
Lo único que no le gusta de Cuba es la pobreza y que el Gobierno no deje a su gente prosperar.
Pero disfruta estar en su tierra y no se arrepiente del paso que ha dado.