La Picadora, en las afueras de Caibarién, un pueblo en el que la mayoría de sus vecinos trabaja para el turismo, nació entre la basura y por 15 años convivió con ella.
Como todo barrio marginal, su surgimiento fue caótico: Llegó el primero, levantó un rancho de tablas y nadie lo molestó. A ese le siguieron los demás y, en pocos años eran ya 112 familias que se agrupaban en tres CDR.
Tras tres lustros de que los vecinos de La Picadora vivieran entre la basura, el gobierno local decidió trasladar el vertedero hacia una zona despoblada. Esa sería la única ventaja que en 15 años de precaria existencia lograrían sus vecinos.
Para las autoridades de Caibarién, La Picadora es un incordio que prefieren ignorar. Su centenar de familias tiene más problemas que todo el pueblo junto. Piden que asfalten el camino polvoriento que los comunica con la carretera que conduce a la población, que mejore el abasto de agua, que les entreguen subsidios para arreglar sus chozas. De haber sabido que se volverían tan pedigüeños con los años, jamás los hubiesen dejado instalarse allí.
Los vecinos de La Picadora se consideran parias. Juran que el Gobierno la ha emprendido con ellos porque le dan una mala imagen a Caibarién.
Como prueba, citan el problema del agua. Antes la recibían, de forma inestable, pero la recibían. Entonces el Acueducto cambió la red de tuberías para solucionar averías y dejaron de recibirla. Ahora el gobierno local les envía dos pipas a la semana que no alcanzan para cubrir las necesidades de más de un centenar de familias.
Los que tienen la suerte de tener un tanquecito la almacenan; los que no, deben escoger entre bañarse o racionalizarla para beber y cocinar. El basurero ya no se encuentra en La Picadora, pero igual sus vecinos siguen viviendo entre la inmundicia.
Pero el agua no es lo único que falta en La Picadora, también faltan contadores eléctricos, fosas de oxidación, contadores eléctricos y empleo. Lo único que sobra en el antiguo basurero es el hambre. Penoso para un pueblo como Caibarién, uno de los más prósperos de Cuba gracias a la estrecha relación que mantiene con la industria turística.
Aunque llevan quince años en el lugar, los vecinos de La Picadora nunca podrán certificar que sus viviendas son habitables. Planificación Física demanda la certificación de Higiene y Epidemiología y para este cualquier asentamiento que se haya levantado en los alrededores de un cementerio o un vertedero será siempre insalubre.
Más, cuando las empresas locales, no parecen haberse enterado de que el basurero fue trasladado hace años del La Picadora y siguen botando allí sus desechos para abaratar los costos de transporte, ante la total indiferencia de las autoridades.