Durante los últimos años en Cuba se ha ido incrementando la cantidad de personas que se “hacen santo”. La santería, ha pasado de ser una religión que se practicaba a escondidas para convertirse en todo un fenómeno social y en una forma de demostrar no solo el orgullo religioso, sino también un status.
A pesar que cuenta con numerosos seguidores a nivel mundial, especialmente en América Latina, la santería se ha ido cubanizando a lo largo de los años hasta el punto que en la actualidad muchas las personas la identifican con la mayor de las Antillas.
En esta religión no es que se adore a ningún dios omnipotente, como mismo sucede con el Islam, el judaísmo o el cristianismo, sino a varias deidades individuales que rigen diferentes aspectos de la vida de los hombres de la tierra.
La santería, ampliamente practicada en la Isla, es considerada por los cubanos como un signo que los distingue. Los iyawos o yabós, que se encuentran en su primer año de consagración, visten completamente de blanco mientras pasan por el proceso de alcanzar la máxima protección con la deidad de la que son” hijos”.
El hacerse santo en muchas ocasiones es una demanda que expresa el propio santo mediante el babalawo. Puede ser debido a una enfermedad o sencillamente porque el iniciado desea una guía espiritual que lo una más con el santo que lo protege. Razones familiares o de hermandad también inciden en que muchos decidan “hacerse santos”.
No obstante, el camino para convertirse en “santo” es también una muestra de estatus y poderío económico, ya que las consagraciones no resultan para nada baratas.
En Cuba resulta particularmente difícil para algunos poder comprar la vestimenta, los animales y todo lo que demande el santo. Muchos iniciados, tiene que realizar verdaderos sacrificios para poder cumplir con el rito, siempre con la esperanza que en el futuro el santo les retribuya.