En la actualidad, la Central Electronuclear de Juraguá en Cienfuegos, no es más que una ruina que se resiste a morir y que permanece en pie como una especie de reliquia de la Guerra Fría. Aquellas gigantescas instalaciones, de lo que se suponía que fuera una planta nuclear en la costa sur de Cuba, nunca llegaron a terminarse.
En 1983 se comenzó a construir aquel megaproyecto, asegurando que con su primer reactor se resolverían al menos el 15% de las necesidades energéticas de la mayor de las Antillas. Sin embargo, la caída de la Unión Soviética fue también el fin del sueño nuclear cubano… aunque quizás esto no haya sido del todo malo.
Corría el año 2000 cuando Rusia y Cuba decidieron detener la construcción de aquel colosal proyecto. En aquel entonces, la primera unidad se encontraba terminada al 97% y el 40% de los equipos del reactor ya estaban instalados.
Curiosamente, se trataba del mismo tipo de reactor (VVER-440) que ocasionó la catástrofe nuclear en Chernobyl, a lo que se sumaba la deficiente construcción civil del edificio que albergaba la planta.
Con lo dicho, no pocos coincidirán en que lo mejor que pudo haber pasado es que Juraguá pasara a la historia como uno de los tantos proyectos fallidos del ya fallecido ex gobernante cubano Fidel Castro.
El diseño inicial contemplaba la construcción de dos reactores en Juraguá, en la zona oeste de la Bahía de Cienfuegos, en la costa sur de Cuba. Para su construcción y posterior explotación, se construyó una ciudad a unos 10 kilómetros de la planta, la cual estuvo destinada a los constructores, ingenieros, científicos, técnicos, administrativos, y a todo el personal involucrado en la construcción de aquella faraónica planta. Recibió el nombre de Ciudad Nuclear y fue inaugurada de forma oficial el 13 de octubre de 1982.
El 2 de septiembre de 1992 quedó paralizada temporalmente la construcción de la mayor obra industrial que se haría en Cuba en el siglo XX… ya se habían invertido por entonces US$1.100 millones.
Fidel Castro buscó durante algún tiempo socios internacionales para concluir una obra que se había convertido en un emblema de su legado político. Solo días después, frente a los trabajadores de la planta, anunció finalmente: «No tenemos otra alternativa que detener la construcción».
Hasta principios de los 90 el Bloque 1 de la Central Nuclear presentaba la situación siguiente:
- Terminado el 90 por ciento de la construcción civil
- Concluidos en más de un 95 por ciento los objetos auxiliares, y algunos en condiciones de puesta en marcha
- Se vertieron más de 350 mil metros cúbicos de hormigón
- En la obra están instaladas unas 7 mil toneladas de equipos y cerca de 3 mil toneladas de tuberías tecnológicas
- Se contaba con el 80 por ciento de los suministros para su puesta en marcha
Pero la Ciudad Nuclear no murió en ese momento, con la crisis habitacional en Cuba, aunque la ciudad es un desastre de casas a medio construir y torres de hormigón sin terminar, unos pocos cientos de cubanos, y un puñado de rusos, todavía lo llaman hogar.
Incluso después de la construcción fue abandonada y cuatrocientos obreros rusos se fueron, muchos cubanos se quedaron. Algunos de los rusos se quedaron, también, aprovechando el cambio de régimen y la crianza de sus familias en el grupo de edificios terminados que corren por las avenidas centrales de la Ciudad Nuclear.
Ccon el tiempo las edificaciones se convirtieron en silencio, en profundos surcos que ya no tenían fertilidad alguna. El 2000 llegaba entonces para sacudir los restos de una central que envejecía por la soledad. El Ministerio de la Industria Básica dicta una Resolución para comercializar en el país los insumos almacenados, entre los que se encontraban válvulas, bombas, tuberías especiales, sistemas de ventilación… Todos los días llegaban equipos pesados de transporte, a cargar la última voluntad de lo que un día fuera el sueño de la generación de energía eléctrica en Cuba, a partir de la fisión del núcleo del uranio 235.
Queda en el lugar un mercado en el centro bastante activo, cuentan con una escuela primera, un parque infantil, una clínica y una farmacia, pero como no hay casi fuentes de empleo, la ciudad vive sumida en la pobreza y es prácticamente imposible salir del lugar.
Algunos de los pobladores de Juraguá trabajan en Cienfuegos, una ciudad portuaria, a unos 40 kilómetros de distancia, comunicada por una carretera destruida.
La vía más rápida de trasladarse es mediante una lancha que hace viajes entre Cienfuegos y una ensenada de pescadores que se encuentra al lado del enigmático y lleno de leyendas Castillo de Jagua.
No existe mayores esperanzas para sus habitantes, la gente allí se limita a sobrevivir. Unos pescan, otros crían sus animales para el consumo propio, o simplemente trabajan albergados en otras provincias y regresando de vez en cuando.
Quienes aún quedan en la Ciudad Nuclear solo tienen dos opciones: marcharse a las ciudades cercanas como Cienfuegos, Santa Clara, o La Habana, o sencillamente esperar por tiempos mejores. Pero mientras tanto la Ciudad Nuclear, con su población envejecida y sus viviendas deterioradas, se cae a pedazos, como el espíritu de los que la habitan.