Pocos cubanos conocen la historia de Antonio Isla, considerado el ermitaño que en Cuba ha permanecido más tiempo alejado de la civilización pues estuvo 25 años viviendo en una cueva en la Isla de la Juventud, y sobre el que se tejió una gran leyenda de tesoros escondidos y botijas llenas de oro.
Este inmigrante gallego decidió que su morada sería una cueva en Punta del Este, en la entonces llamada Isla de Pinos, a comienzos del pasado siglo.
La cavidad costera del extremo sudoriental de esa ínsula es una de las más importantes del territorio y ya era conocida por los aborígenes cubanos. Precisamente los lugareños la conocen como cueva de los Indios; aunque otras la llaman del Humo o de Isla. Este último nombre deriva de Antonio Isla, el célebre ermitaño gallego que la tomó por vivienda.
Isla, carbonero y leñador, estuvo asentado allí durante unos 25 años y llegó a convertirse en toda una leyenda entre los pineros.
Los expedicionarios de la Sociedad Espeleológica de Cuba lo encontraron allí en 1944 mientras buscaban pinturas rupestres en la cueva. Para su sorpresa, a sus 75 años se mantenía muy saludable a pesar de haber vivido en esas condiciones y sufrir los efectos de una puñalada en un pulmón que recibió años antes.
Durante su vida, el gallego recibió no pocos ataques de algunos de los residentes de la zona, ya que había comenzado a rondar el rumor que un inmigrante gallego había encontrado un gran tesoro pirata y lo había enterrado en las inmediaciones de la cueva que utilizaba como morada.
Otros aseguraban que se dedicaba al contrabando y tenía escondidas en botijas enormes cantidades de dinero.
Fuera cierto o no, lo que sí es verdad que el humilde carbonero fue víctima en sus últimos años de unos cuantos actos de violencia por parte de sus pocos vecinos deseosos de adueñarse de sus supuestos caudales.
Tras su muerte, varias personas se dieron a la tarea de comenzar a registrar la cueva de arriba abajo y a excavar en los alrededores. Nunca se encontró ningún tesoro, aunque si aparecieron algunos documentos probatorios que el gallego poseía una jugosa cuenta bancaria.
Los motivos que lo llevaron a vivir la vida como un ermitaño en una cueva, pese a tener los recursos necesarios para hacer cualquier cosa que se le hubiese ocurrido, es un misterio que aún a día de hoy se encuentra pendiente de resolver…