El famoso Hotel New York, ubicado en Dragones, entre Amistad y Águila, en La Habana, pasó a ser de los mejores en su época a quedar condenado al olvido y la destrucción.
Era propiedad de José H. Martínez, y fue arrendado por José A. Morgado para usarlo como hotel, por lo que, al edificio, originalmente de 3 pisos, se le añadió una cuarta planta muy semejante a los demás, lo que no alteró la fachada original. Este proyecto corrió a cargo de la firma cubana Tella y Cueto Arquitectos e Ingenieros.
Su construcción concluyó en 1919, y para esa fecha logró opacar a no pocos hoteles de la Isla. La arquitectura utilizada fue representativa de un importante proceso de tipificación que fue común en las inmediaciones del Paseo del Prado, y a su comunicación con el Parque Central, en relación con la tipología de los hoteles.
Las habitaciones se encontraban dispuestas alrededor de dos patios paralelos entre sí, y en el centro de cada uno de los pisos había un comedor. La circulación en el interior del hotel era posible mediante el ascensor o las escaleras.
En las plantas inferiores podía observarse una distribución del espacio similar a la de los pisos superiores, donde se encontraban ubicados los salones de recepción, las áreas de intercambio social y algunos pequeños espacios habilitados como oficinas para la administración.
La prensa de la época describía que se empleó un mobiliario lujoso en las cien habitaciones, las cuales se encontraban dotadas de un baño con agua fría y caliente, teléfono y todo el confort necesario para hacer de la estancia allí una experiencia inmejorable.
En la planta baja se encontraba además un fastuoso restaurante y las respectivas cocinas.
La obra se dice que se construyó sin escatimar gastos, ya que su propietario, el hacendado rico José H. Martínez, quería lograr un acabado sólido, artístico y elegante, que nada tuviera que envidiar a los grandes edificios de estilo americano.
De hecho, esta fue la idea detrás de la concepción del diseño y la concepción de este hotel, la de los grandes rascacielos norteamericanos, y aunque en La Habana tenían una altura mucho menor, si se mantenía el estilo de las ventanas sin balcones corridos, las fachadas decoradas con piedras artificiales de cemento y las marquesinas sencillas.
En muy poco tiempo el Hotel New York logró cosechar una buena cantidad de éxitos y satisfacer la demanda turística de la época. Tan popular llegó a ser que no pocos directorios comerciales y guías turísticas lo mencionaban como uno de los mejores de aquel entonces.
En 1959 era propiedad de dos ejecutivos de la Asociación Hotelera de Cuba. Sus clientes principales eran los visitantes del interior del país que llegaban a la capital por múltiples razones, ya fuera en grupos o individualmente, por lo cual era anunciado como “el preferido de las familias del interior”, pero esta instalación ya había visto pasar sus época de mayor esplendor.
Años después, al ser nacionalizado y administrado por diferentes entidades estatales, siguió prestando servicios de alojamiento, pero no contó con un mantenimiento adecuado, por lo que poco a poco el tiempo y la desidia fueron haciendo lo suyo, hasta que fue cerrado definitivamente, tal como permanece hasta hoy.
Con el paso de los años fue sucumbiendo a la decadencia y dejando de ser uno de los favoritos hasta llegar a convertirse en lo que es actualmente, un edificio en ruinas del que solo queda el nombre y el recuerdo de haber sido uno de los más lujosos de La Habana.