Iguará es un pueblo que pocos cubanos conocen y que poco a poco se iba muriendo pues todo los que allí nacían solo pensaban en irse… Eso, hasta que el Gobierno decidió arrendar todos los locales, cafeterías y restaurantes a particulares, convirtiéndose en el primer poblado de Cuba donde todos los negocios están en manos privadas…
Como suele suceder en la mayoría de las comunidades rurales que se encuentran alejadas, la falta de infraestructura, la migración de los más jóvenes y el desabastecimiento, termina por asfixiar al pueblo.
Con el objetivo de dar un poco de vida a ese moribundo paraje, las autoridades locales recurrieron a la única alternativa que les iba quedando: arrendar la mayor parte de los objetivos económicos del pueblo al sector privado.
Uno de los que se atrevió a aceptar la invitación fue Yoel Moya, quien asumió la gestión del antiguo Círculo Social que existía en la comunidad.
Este joven empresario recibió una ruina y de inmediato puso manos a la obra: compró mobiliario, neveras y hasta los platos tenedores y cuchara, pues allí lo único que quedaban eran las paredes.
Algo similar hizo Erick Fernández, quien se encargó de dar vida a la deteriorada pista de baile que puso el gobierno en sus manos. En esta, apenas quedaba un punto de cerveza dispensada y tabaco. Tan solo en el acondicionamiento de la pista llegó a invertir casi 10.000 pesos, una suma bastante considerable si se toma en cuenta el tamaño de Iguará y la cantidad de clientes que pudiera recibir.
A Osly Borrego, por su parte, el bar en el que había trabajado toda su vida se le estaba cayendo arriba. Ante la amenaza del cierre y de quedarse sin trabajo decidió asumir su gestión. En poco tiempo logró detener el deterioro y multiplicar la oferta. Para lograr abastecer el negocio debe dar viajes constantes a Sancti Spíritus y otras cabeceras provinciales vecinas, porque las asignaciones de productos subsidiados que recibían del Estado “ya no llegan”; apenas envían cigarros, tabaco y ron.
Para estos pequeños empresarios de Iguará, el problema consiste en que los pobladores los perciben como revendedores y no como comerciantes. Tan acostumbrados estuvieron los vecinos de la comunidad a productos de mala calidad, pero a precios subsidiados, que no toman en cuenta que estos emprendedores deben adquirir sus productos en el mercado minorista y transportarlos por su cuenta, lo cual encarece el precio final de los mismos.
No obstante, lo cierto es que calidad de vida mejoró y estos pequeños empresarios aseguran que su impacto en la comunidad ha sido positivo. No solo han logrado rescatar de la muerte a los comercios, sino que también han creado un gran número de empleos en un pueblo que las opciones de trabajo eran casi nulas.
Sin dudas un ejemplo que debería extenderse a otros pueblos de la Isla que también se están muriendo.