Justo en medio de la Bahía de Cienfuegos se encuentra ubicado un poblado en el que residen unas treinta personas aisladas de los demás. Pudiendo acceder solo por vía marítima, Cayo Carenas representa un terreno de unas 20 hectáreas en el que antiguamente existían unas 40 casas, pero hoy en día apenas queda poco más de una docena.
La historia que ha trascendido hasta nuestros días cuenta que los primeros piratas franceses se asentaron allí hacia 1537. Por tal motivo, durante el siglo XVIII se construyó el Castillo de Jagua, o fortaleza de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua.
Posteriormente, al sitio comenzó a conocérsele como la “Llave de Jagua” y durante la Guerra Chiquita, en 1870, radicó allí un centro de armamento. Más tarde, surgirían clubes de pesca, hostales y una serie de viviendas con una típica arquitectura.
En la década del 40 del siglo pasado, en Cayo Carenas llegaron a vivir casi 200 personas, pero actualmente sus habitantes no llegan ni a 30.
Sus bellas condiciones naturales, con sus playas de arena blanca y sus aguas transparentes del mar Caribe, convirtieron a este cayo en uno de los sitios preferidos por las familias más pudientes de Cienfuegos para vacacionar.
La mayoría de las personas que lo visitan desconocen su historia. No obstante, aún quedan las divisiones en manzanas y callejones que hace mucho tiempo tuvieron nombres muy curiosos.
Las pocas personas que decidieron quedarse a vivir allí asumieron el riesgo de enfrentar varios desafíos. En el cayo no existen ninguna posta médica a la que acudir en caso de presentar alguna dolencia.
Solo por 12 horas, a partir de la siete de la noche, es que pueden disfrutar de la corriente eléctrica. Además – y por si fuera poco – tienen tantos problemas con el agua potable que algunos de los habitantes se acostumbraron a tomar solo agua de lluvia.
Cayo Carenas ha sido identificado como un posible lugar en el que desarrollar el turismo, ya que cuenta con una magnífica ubicación y una vista impresionante. Esta sería una excelente manera de salvaguardar su arquitectura y los cuantiosos valores naturales que posee.
El transporte para llegar a la isla es muy difícil de conseguir. Antaño pululaban por la bahía cientos de barquitos de pescadores y lanchas de pasajes que adornaban las costas. Actualmente, solo se cuenta con un barco de ferrocemento, que tiene capacidad para 180 pasajeros, de los cuales 90 pueden viajar sentados.