Los accidentes aéreos en Cuba no son muy frecuentes, pero si bien es cierto que el ocurrido en La Habana el 18 de mayo de 2018, en el cual se estrelló un Boeing 737-200 a solo minutos del despegue del aeropuerto José Martí en la capital cubana fue terrible, el Vuelo 9646, ocurrido el 3 de septiembre de 1989, fue aun peor.
En aquel entonces el avión ruso Ilyushin Il-62M se disponía a cubrir el trayecto desde La Habana a Italia y sus 115 pasajeros, más los 11 tripulantes, no podían imaginar la tragedia que se les venía encima.
A pesar que en el momento del vuelo estaba lloviendo bastante fuerte y que los vientos alcanzaban ente los 50 y 80 km por hora, se autorizó el despegue de la aeronave, la cual se encontraba a cargo del experimentado capitán Onivero, con casi 20 años de experiencia.
Desde el puesto de control de vuelo se informó que el viento antes del despegue era de 90 grados a 20-26 nudos. El despegue se inició a las 18:56 horas. Onivero fijó los alerones a 15° de 30° en un intento de ganar velocidad en la pista, pero esta acción reduce las posibilidades de la aeronave de ganar altura.
Durante el ascenso, el avión fue golpeado por corrientes de viento convergentes, lo cual provocó que el fuselaje golpeara el extremo de la pista y luego a una instalación de radioayuda que se encontraba ubicada en el aeropuerto.
A sólo 10 minutos de dada la orden de despegue, y al menos de 220 metros de la pista, el avión se desquebrajó y estalló en llamas mientras subía una colina antes de estrellarse contra una zona residencial. La aeronave se precipitó sobre un área habitada de Boyeros, causando graves destrozos en casi 20 viviendas.
El área en el que se produjo el accidente tenía el aspecto “de haber sufrido un intenso bombardeo y sólo una pared de las casas arrasadas se mantenía en pie”, informaron los diarios locales que se hicieron eco del hecho en esa época.
De los 126 tripulantes, un pasajero, un joven de 22 años de edad, inicialmente sobrevivió al accidente pero la gravedad de sus heridas provocó que falleciera, como el resto de los infortunados, ocho días después. También hubo 24 víctimas en tierra quienes fueron vecinos de las casas afectadas.
Por su parte, el embajador de Italia en la isla se presentó en el lugar del siniestro, ya que de los pasajeros el 90% eran turistas italianos, y en una entrevista que ofreció a la prensa confesó que:
“La imagen era horrible, no había casi cuerpos enteros. Los investigadores me dijeron que era muy posible que el aparato accidentado hubiera estallado en vuelo y casi siete horas después del accidente aun los equipos de rescate no han logrado sacar todos los cuerpos calcinados».
Los investigadores atribuyeron el accidente del vuelo 9646 a la decisión del piloto de sobrevolar a pesar de las fuertes lluvias y vientos. El piloto subestimó los riesgos de despegar así, al mismo tiempo juzgaron mal el rendimiento de la aeronave en condiciones meteorológicas adversas como las que se presentaron en el hecho.
El piloto al censar cuando se desplomaba (dicen que en la cinta grabada se oye al ingeniero de vuelo anunciar que descendían súbitamente a razón de varios metros por segundo), decide salir de esa área de fuertes lluvias a la mayor velocidad posible contrayendo los flaps, y esa operación al parecer fue fatal, pues los flaps proveen de una sustentación muy necesarias a bajas altitudes y a velocidad baja del vuelo. Además el vuelo llevaba 79 toneladas de combustible para un vuelo directo Habana-Milan.
El saldo total de víctimas fue de 146 personas y hasta la actualidad es el peor siniestro de la aviación cubana en toda su historia que quedó grabado en la memoria de todos los familiares de las víctimas y los habitantes de la isla.