Corría la primavera de 1943 cuando Marta Fernández Miranda, la hija de los emigrantes Ramiro Fernández Ledo, de San Fiz de Asma (Chantada), y de Emelina Miranda Casais, de Ribadeo, paseaba tranquilamente en su bicicleta por el barrio habanero de Marianao.
Un automóvil que venía a toda velocidad la arrolló, y resultó que se trataba nada más y nada menos que del coche del Presidente de la República, Fulgencio Batista.
Rápidamente Batista la auxilió y se hizo cargo de los gastos de su tratamiento y hospitalización.
La situación de la joven despertó un gran interés en el Presidente, quien solía visitarla a diario para ver cómo iba evolucionando. Marta, que en ese entonces tenía tan solo 22 años de edad (la mitad de los de Batista), era una muchacha muy bella con unos hermosos ojos verdes de los que el antiguo sargento nunca más pudo apartar su mirada y se llegó a casar con ella en noviembre de 1945.
La vida le cambió a Marta a partir de su matrimonio con Batista, ya que no solo influyó en él, sino que se convirtió en su colaboradora y cómplice. Fue mecenas de las artes cubanas, jugó un papel fundamental para la construcción de la Galería Nacional, que ahora se conoce como el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, y constituyó un sólido apoyo de sus políticas desde la dirección de la Organización Nacional de Dispensarios Infantiles (ONDI) y la de Rehabilitación de Inválidos (ORDI) que construyeron hospitales por el país. Y participó en varias del centenar de empresas que poseía el dictador cubano.
Según los datos que aparecen en la enciclopedia económica de Cuba elaborada por Guillermo Jiménez, Marta fue propietaria del Banco de Fomento Comercial al 50% con el testaferro de Batista, Pérez Benito. Controlaba, con López Vilaboy, el 80% del Banco Hispano Cubano. Y era la mayor accionista de Agrícola Defensa, una azucarera de Las Villas que empleaba a 2.835 personas, tenía 10 caballerías de tierras propias y molía 18 millones de arrobas de caña al año…
En la Nochevieja de 1958, el régimen de Batista cedió al empuje de unos rebeldes y justicieros castristas. Y en los tres aeroplanos en que huyeron de Cuba aquella noche Batista y Marta, con 50 familiares y amigos, llevaron consigo 300 millones de dólares y obras de arte valoradas en 700.
Cuatro años después, en el Guiness World of Records de 1962 -aún no había Lista Forbes- Marta Fernández Miranda figuraba como una de las mujeres más ricas del mundo….
Tras la muerte de su marido, Marta Fernández de Batista, nombre que adoptó en el exilio, se trasladó a West Palm Beach, Florida, en EE. UU. Vivió una vida tranquila en su casa en el área de Palm Beach durante sus últimos años, a menudo dando bienes a una serie de organizaciones médicas de beneficencia, y en mayor medida al Jackson Memorial Hospital de Miami, comprando bonos de ladrillos con inscripciones para el hospital como parte de una recaudación de fondos.