No son muchos los cubanos que han escuchado de un caserío llamado Hoyo Perdido, y mucho menos los que han puesto un pie en este sitio que ni los especialistas se han tomado el trabajo de ponerlo en un mapa.
El pueblito tiene nombre casi por casualidad, ya que de alguna manera había que reflejar que existía un asentamiento humano en medio del monte. Sin embargo, ya casi no tiene vecinos y solo se limita a permanecer en el olvido en medios de los campos de caña y naranja agria.
Hoyo Perdido surgió en los años 80, cuando los campos de las cercanías estaban llenos de reses y el Gobierno tuvo la iniciativa de construir varios edificios de microbrigadas para que los campesinos pudieran estar más cerca de sus animales.
Durante algunos años la vida en el pequeño pueblo transcurrió sin mayores contratiempos, pero con la llegada del Período Especial las vacas fueron desapareciendo hasta que un día los vecinos del lugar se dieron cuenta que ya no tenían nada más que hacer allí.
Fue entonces que surgió lo inesperado. Los integrantes de aquella pequeña comunidad ganadera comenzaron a abandonar los edificios de mampostería para regresar a sus bohíos en medio del campo, y ni siquiera la falta de electricidad en muchos de los casos fue pretexto para que no se largaran del pueblo.
En Hoyo perdido no hay posibilidad de contar con un empleo, ni asomo de que en algún momento pueda cambiar el panorama.
La escuela más cercana queda a 14 km del pueblo y los niños para asistir a ella tienen que ser recogidos en coches tirados por caballos.
Todos van impecablemente vestidos y peinados, ya que las madres pueden tomarse todo el tiempo del mundo en estos detalles porque precisamente, tiempo es lo único que sobre en este olvidado pueblito.