Unos de los pocos sobrevivientes del naufragio del lujoso vapor británico Titanic, la mayor tragedia marítima en tiempos de paz de la historia, yacen enterrados en el Cementerio de Colón en La Habana.
Según el periódico cubano La Discusión, en fecha 29 de abril de 1912, a tan solo 15 días del hundimiento, llegaron a Cuba cuatro españoles: el barcelonés Julián Padró, chófer de 26 años, Emilio Pallás, un panadero de 29, y las hermanas Florentina (prometida de Julián) y Asunción Durán, de 30 y 26 años respectivamente.
Tras el siniestro, el barco norteamericano Carpathia recogió a los sobrevivientes y los trasladó a Nueva York, desde donde una compañía naviera les costeó el viaje a Cuba en el mercante Monterrey.
Al llegar, los alojaron en el hotel La Perla de Cuba, cuando vivían aún toda la amargura y el horror de la terrible experiencia. Los infortunados juraron que jamás abordarían de nuevo un buque, promesa que se supone cumplieron hasta que les llegó la muerte.
Con el tiempo Julián se convirtió en un poderoso empresario. Era el propietario de todo el transporte terrestre de La Habana. Tenía más de quinientos trabajadores a su cargo. También tuvo negocios inmobiliarios y un cargo público. Julián y Florentina vivieron en un palacete de la calle Segundo del Reparto Palatino de La Habana. Poseían tierras en Varadero y toda clase de bienes.
En sus relatos, Padró recordaba el infierno vivido por los pasajeros en su desespero de hacerse con los insuficientes botes salvavidas. Las hermanas Durán logran montarse en el bote 12, pero al no permitirle montar a él, se deslizó por una soga y cayó en una de las barcas.
Padró solía contar que logró salvarse de puro milagro, ya que la mayor parte de los hombres perdió la vida siguiendo el protocolo de salvamento, el cual establecía que las mujeres y los niños debían abordar los botes primero.
En 1941, Padró obtuvo la ciudadanía expedida por el estado cubano. La pareja nunca tuvo hijos, pero se mantuvo unida hasta que Florentina murió el 1 de octubre de 1,959, a los 77 años, en la Clínica Nuestra Señora del Cobre de La Habana.
Julian Padró Manent muere el 6 de octubre de 1968 a la edad de 83 años debido a un paro cardíaco. La pareja está enterrada en un elaborado mausoleo en el cuartel S.O, cuadro 22, campo común de la Necrópolis Cristóbal Colón, en La Habana.
Como detalle curioso, también vale recordar que entre los pasajeros del Titanic si hubo un cubano de pura cepa. Se trata de Servando José Florentino Ovies y Rodríguez, residente en la ciudad de La Habana, Cuba, que estaba de vacaciones en Francia y al que se le ocurrió regresar vía New York aprovechando el viaje inicial del Titanic, tan anunciado con bombo y platillo.
Su boleto de primera clase no lo salvó de la muerte en tan trágico suceso y su cadáver congelado fue recuperado con el número 189 en la relación de fallecidos de este recordado desastre marítimo.