El periódico cubano Juventud Rebelde reportó la historia de un singular camagüeyano de 23 años de edad cuyo arrojo, optimismo y fuerza siempre le han permitido disfrutar al máximo de su vida y ser un alma independiente y libre.
Reibel Aramís Bacallao Aguilar perdió ambas piernas en un desafortunado accidente hace 8 años, pero continúa viviendo con la misma normalidad con que vivía antes, y hasta se sube a los cocoteros sin demasiado problema.
La periodista del medio, Yahily Hernández Porto, le realizó una entrevista al joven y siguió su día a día. Ella relató que se interesó en la historia de Reibel un día que él pasó por frente del portal de su casa con mucha velocidad y agilidad en su silla de ruedas, mientras saludaba alegremente a todo el que conocía.
Una de los amigos a los que saludó en su camino le confesó brevemente a la curiosa reportera que él no lograba comprender cómo Reibel siempre tenía tanto ímpetu. El joven vive con su familia en una humilde morada en el Callejón Peña.
Reibel tenía 15 años cuando iba muy embullado a tomar el tren con destino a Manzanillo junto a su tío Alexander a tempranas horas del día. Ese 15 de noviembre de 2013, el adolescente vio el tren que se les iba y salió corriendo para poder abordarlo, pero se resbaló y sus piernas quedaron aplastadas sobre los raíles.
El Rubio, como también es conocido en el barrio, reconoció que ese día «volvió a nacer». Luego de 8 años desde el suceso, el joven habla de ello con total espontaneidad.
Reibel reveló cómo una doctora que iba en el tren de inmediato le prestó los primeros auxilios y lo acompañó al Hospital Pediátrico Eduardo Agramonte Piña sin quitarle ojo de encima. Contó que llegó al centro médico con dos de hemoglobina porque se desangró casi completamente en el camino, pero, afortunadamente, su caso dejó a casi todo el hospital en jaque y una gran parte del equipo sanitario se dispuso a evitar que muriera.
Reibel aseguró recordar absolutamente todo lo que pasó ese día porque nunca perdió la conciencia.
El tío que lo acompañaba casi muere del susto y se deshidrata de llorar sin reparo; fue el mismo Reibel el que tuvo que animarlo varias veces para que cesara de lamentarse. Su familia entera acudió al hospital con urgencia.
El muchacho aclaró que lo más duro de volver a su casa fue adaptarse a su nueva normalidad, pero que, en cuestión de semanas, logró acostumbrarse a la silla de ruedas. Dijo ser muy intranquilo e imprudente antes, y que ahora, de seguro, también lo es.
Admitió no adaptarse a las prótesis para las piernas que ha poseído, que raramente las usa y que prefiere, por mucho, la silla de ruedas.
El muchacho aseguró continuar practicando deportes cada vez que puede y que le encanta jugar baloncesto y pelota con los amigos del barrio, pues sigue bateando bien y avanzando velozmente en su silla para coger base.
Su deporte preferido es el tenis de campo, del que es miembro de la preselección del equipo nacional. Agradeció a su entrenador Yosvanis, quien pertenece a la Aclifim (Asociación Cubana de Limitados Físico—Motores) y al Inder (Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación), por la dedicación que le dispensan.
Reibel aseguró ser una persona independiente, tanto en lo personal como en lo económico, pues, a pesar de tener una chequera, hace cualquier cosa para mantenerse activo: lo mismo hace una placa que un repello o transporta arena de un lado a otro.
Cuando la periodista le preguntó si era verdad lo que le habían comentado de que él tumbaba cocos, respondió que todo surgió de un reto que le propinaron sus primos pensando que no lo lograría.
Sin embargo, el que alcanzó la cima de ese cocotero fue él y sus primos se tuvieron que quedar observando desde el suelo y grabando un vídeo de la hazaña. Explicó que se sujeta fuertemente con los tramos que aún conserva de sus extremidades inferiores mientras se impulsa con la fuerza de sus brazos.
Reibel expresó sentirse igual de optimista e impetuoso que siempre y concluyó agradeciéndole a todas las personas que lo han apoyado en su vida, antes y después de su accidente.