Ser travesti en Cuba por estos días ya no suele ser “algo de otro mundo”, pero en los tiempos en que Raúl Pulido Peñalver optó por convertirse en Farah María (la que con el paso del tiempo llegó a convertirse en el más famoso “maricón” de Cuba), los “closets” estaba llenos de aquellos que no se atrevían a mostrar en público sus preferencias sexuales por temor a las consecuencias que esto traía consigo.
Luego que su madre muriera, cuando Raúl era tan solo un niño, su padre tomó la decisión de dejar su natal San Antonio de los Baños y asentarse en un edificio en La Habana en la calle San Nicolás, en el mismo centro de la ciudad.
La vida de Raúl junto a su padre, su madrastra, y sus tres hermanos fruto de esta nueva relación de su progenitor, no fue nada fácil.
A la edad de siete años fue enviado a una escuela especial que quedaba cerca del Parque Lenin, donde poco a poco su padre se fue olvidando de él, al punto de ni siquiera ir a recogerlo los fines de semana para que fuese a casa.
Por aquel entonces, los gestos y ademanes amanerados de Raúl causaban enojo tanto en sus maestros como en sus compañeros de clases, al punto que decía que él “sería maricón hasta el último de sus días sin que le importasen las consecuencias”.
Cuando viajaban a su casa de San Nicolás, Raúl se la pasaba robando ropa y sábanas de los vecinos para hacerse vestidos improvisados y desfilar por la azotea del edificio mientras tiraba besos a los transeúntes que pasaban por las inmediaciones.
Su padre, que no entendía de ningún tipo de “mariconerías”, le daba golpes hasta que tenían que intervenir los vecinos y hasta la policía.
Ya con doce años comenzó a estudiar en una escuela de taller y se buscaba algunos pesos haciendo recados o trabajando como criado en casas de la zona.
Uno de los momentos más duros de su vida fue cuando su padre se enteró que estaba asistiendo a la escuela vestido de mujer y que hasta se hacía motonetas. Lleno de rabia por el comportamiento de su hijo, lo encerró en un cuarto de desahogo en el que poco a poco fue enfermando por la humedad y la falta de alimentos.
Sus hermanos intentaron enfrentarse al padre por lo que estaba haciendo, pero al no poder con él se fueron de la casa y el pobre Raúl quedó a merced de su violencia… hasta que un día le reventó un botellón en la cabeza que hizo que terminaran en la estación de policía.
Desde ese entonces, Raúl se fue de su casa para siempre y comenzó a vivir con un homosexual conocido como “La Reglana”, a quien llegó a querer con el paso del tiempo a pesar de las frecuentes peleas que tenían.
Transcurrían los años 70 cuando Raúl salió por primera vez de su casa vestido de mujer, en ese momento nació Farah María.
Para muchos solo se trataba de un “maricón al que se la había ido la olla”, pero para los agentes del orden público era un cáncer que había que erradicar en la sociedad.
Multas, juicios populares, y otros intentos de “curar” su mariconería, fueron tan solo algunas de las cosas que sufrió Farah María, a quien a la más mínima se llevaban a la estación de policía más cercana.
Farah no se fue del país durante el éxodo masivo por el Mariel, lo cual la dejó a merced de las autoridades cubanas, quienes lo juzgaron por el delito de “extravagancia y ostentación pública” y lo enviaron a prisión a sus 16 años de edad.
Pese a lo que muchos pudieran pensar, su paso por el temido Combinado del Este fue prácticamente unas vacaciones, al punto de llegar a convertirse en una especie de “Reina de la Prisión” al ser ubicado en un pabellón con unos 300 homosexuales y se sentía en su salsa. Incluso cambió su sobrenombre y por un tiempo se hizo llamar Lulú como el dibujo animado.
A sólo una semana de haber quedado en libertad volvió para el Combinado, tras delinquir adrede, pues quería reunirse con el marido que había dejado en prisión. Le costó un poco de trabajo, pues la policía ante sus delitos menores lo más que hacía era darle una buena paliza y ponerle unos pesos de multa; pero cuando destruyó a cabillazos las vidrieras de La Sortija y entró en la tienda para probarse las pelucas la regresaron a prisión.
Farah María estuvo entrando y saliendo de las prisiones en la Isla hasta el año 1988, cuando uno de sus maridos la lanzó de un cuarto piso por haberle pegado los tarros y quedó viva de puro milagro, aunque tuvo fractura de cráneo, quedó temporalmente paralizada y perdió casi todos los dientes.
Ya por los años 2000 se dio cuenta, al parecer, que ya no tenía edad para estar de prisión en prisión y optó por tranquilizarse un poco. Además, por esas fechas el Historiador de La Habana, Eusebio Leal, expendió un documento en el que la certificaba como personaje costumbrista y prohibía que la policía la hostigara por bailar en las calles y demostrar a los cuatro vientos su homosexualidad.
Así llegó a ser reconocida en las calles de La Habana como la madre o precursora del travestismo en Cuba y a buscarse la vida con las propinas que los turistas le daban por tirarse una foto con ella. Hasta la afamada agrupación “Los Van Van” la inmortalizó en su tema “El Travesti” con su “¡Y qué decir de Farah María, Ave María por Dios!”.
Consiguió una pareja estable y un empleo como asistente en el asilo de ancianos de la calle Reina, donde se ganó el cariño de los que allí residían.
Sin embargo, su marido Santiago, fue asesinado en una riña con otro homosexual en casa de Jorge, el protector de Farah, quien murió en dos años después de cirrosis hepática.
Farah lo cuidó hasta el final en el hospital y después se quedó sola.