Cunagua no tiene la arena fina, más bien una áspera grava, y sus aguas salobres son de todo menos cristalinas… en fin, cualquiera que la visita podría decir que no es tan bonita como la de una postal del paraíso. Sin embargo, también tiene sus encantos, sobre todo por la mezcla de singulares parajes que la rodean.
El pueblito que la acoge parece un territorio fantasma durante 10 meses del año, donde la tranquilidad y el silencio en las tarde no deja ver ni una sola persona en sus calles. En las vacaciones de julio y agosto todo cambia, y se llena de visitantes de todos los rincones que vienen a disfrutar del sol, la brisa y la sal de sus aguas.
El caserío, que se encuentra mar adentro sobre pilotes, es de paredes de tabla y techos de guano. Sus construcciones son hechas con materiales naturales (tabla de palma y guano. Se puede apreciar un paisaje exótico, muy distinto a la costa norte de Ciego de Ávila, separadas no solo por un terraplén. El lugar no tiene lujos y para las personas que lo visitan, al parecer no es necesario.
Muchas de las personas que la visitan en los meses de julio y agosto aseguran que se trata de un templo de felicidad, ya que, a pesar de encontrarse a muy poca distancia de la zona turística de los cayos Coco y Guillermo, lo que se puede encontrar allí es totalmente diferente. Rodeada de un amplio humedal y varios cayos al norte, a muchos de ellos se pueden llegar caminando debido a la poca profundidad del mar.
Esta es la playa de las personas con bajos recursos, es decir, a la que tiene acceso la mayoría de la población cubana. El lugar no tiene lujos y para las personas que lo visitan, al parecer no es necesario.
Las casas de la zona son habitadas por sus propietarios por cortos períodos de tiempo, ya que la mayor parte del año se encuentran rentadas a familias que se trasladan a estas con todo lo necesario para pasarse días o incluso semanas cerca del mar sin que duelan tanto sus bolsillos. Algunos incluso llegan a dormir en colchonetas en el piso, pero entre todos pagan el alquiler y terminan disfrutando, que al fin y al cabo es que realmente vale la pena.
Cuando llueve todo se llena de mosquitos porque varias zonas se inundan e incluso hay que pagar a tractores para que lleven agua potable.
A pesar de la falta de arena, el agua muy salobre, poco profunda y oscura, las piedras que cubren la orilla, los mosquitos, el mal olor que es arrastrado por la brisa del mar, no se puede subestimar el placer sentido por los visitantes, que aunque no es en las condiciones de los hoteles de lujo, disfrutan de unas merecidas vacaciones en la playa.