A sus más de 70 años de edad, a Milagros Guerra, llamada por muchos como la “mujer pez”, aún le queda mucho tiempo de sufrimiento. Ciega por completo y con su cuerpo desfigurado por la rara enfermedad de que padece desde su nacimiento, esta mujer ha aprendido a vivir sin compadecerse de su situación y solo se ha limitado a aceptar las cosas como son y punto.
Nació en 1959 en la “aldea maldita” de Guaracabuya, en la provincia de Villa Clara, y desde sus llegada al mundo le diagnosticaron ictiosis, una condición extremadamente rara que acaba resecando la piel y haciendo que se le formen escamas como las de los peces.
Los vecinos dicen que nació así por una maldición, y es que los campos cubanos todavía queda mucho de ese surrealismo mágico. Dicen que su madre era una «libertina y lujuriosa», y a ella le tocó cargar la condena. Para protegerla de esos comentarios, la mamá de Milagros nunca la dejó salir de casa; y aunque ella no tenía ninguna limitación intelectual no pudo ni asistir a la escuela. Hasta hace pocos años la única prueba de su existencia era su tarjeta de menor, entregada al nacer.
Por su si fuera poco, Milagros llegó al mundo sin un pelo en el cuerpo y con los párpados al revés. Uno de los hermanos de Milagros asegura que su ceguera es producto a que padece de cataratas, pero tristemente para ella ninguno de sus familiares se atreve a acompañarla a un médico, ya que aseguran que asusta a los niños y que a los propios doctores tampoco les agrada su presencia, por lo que continua viviendo entre su oscuridad.
Pese a su delicada condición, el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social le retiró la ayuda que recibía porque no aplicaba para recibir “gratuidades”. Además, alegaron que con la pensión que recibía Lázaro, su hermano impedido físico que vive bajo el mismo techo que ella, era más que suficiente para que se tantearan.
A sangre y lucha su hermano Bruno consiguió que le pasaran una pensión de 240.00 pesos y todos los fines de semana la visita para llevarle alimentos, los cuales Milagro cocina en la penumbra de su olvidada casa del barrio de Guaracabuya.
Milagros confiesa que lo único que quisiera en la vida es recuperar su visión, ya que de esta forma podría vivir su vida un poco mejor y enfrentar de una mejor manera todas las cosas que le ha quitado el destino.