Plaza Malakoff, una joya única en toda América que se encuentra en Matanzas y el Gobierno cubano ha dejado destruir

Julio César

Plaza Malakoff, una joya única en toda América que se encuentra en Matanzas y el Gobierno cubano ha dejado destruir

La Plaza Malakoff, inaugurada el 24 de marzo de 1859 en la provincia de Matanzas, posee una estructura de hierro fundido, técnica desconocida hasta entonces en América.

Cuenta con una cúpula que se asemeja formalmente una prenda femenina, la que, solo en Cuba, se le da el nombre de “Malakoff”, término de vestuario conocida mundialmente como “crinolina” o “jaula”.

Su armazón, ejemplo de la arquitectura ferro-vítrea, tecnología de gran auge en su momento, revolucionó las técnicas tradicionales existentes; fue la primera estructura de ese tipo utilizada para una edificación pública en Cuba.

La instalación fue en la época la mejor de su tipo en la Isla y segunda en belleza después de la de Santiago de Cuba.

Esta plaza, llamada de Souberville hasta entonces, ocupa una superficie de tres cuarto de manzana -de las trazadas originalmente- entre las calles de Calvo, Coronel Verdugo (después de 1862 y antes Gloria), Ruiz y el Callejón de Andriani. Este callejón de 80 varas de largo por cinco de ancho enlaza las calles de Ruiz con la de Calvo. De esa manera, se creó una manzana idéntica a la que ocupaba el Café Ciervo de Oro y el Casino Español, las únicas dos más chicas de la población y las excepciones a las reglas del trazado.

Cuenta con una cúpula que se asemeja formalmente una prenda femenina

Con el paso del tiempo, sus espacios fueron idóneos para disfrutar la música, acoger tertulias y concursos, en tanto mantenía muchos de sus comercios abiertos las 24 horas.

Su cúpula, salón central, los amplios pasillos y los numerosos comercios, hermosamente adornados, en especial en días navideños, quedaron atrapados en la memoria histórica de los cardenenses que la conocieron y visitaron en los últimos 60 años.

En el apogeo de su esplendor, resultaban muy importantes los días 23 de diciembre y el propio 24, en la tradicional Nochebuena, en donde siempre se logró encontrar lo necesario a última hora para tales tradiciones cubanas.

Podía avituallarse la casa con cárnicos, fiambres, dulces, frutas y toda suerte de chucherías o regalos, con mayor o menor economía doméstica, y las vidrieras resaltaban relucientes, mostrando el arte de vender en tiempos difíciles.

Esa instalación era parada obligatoria, si se quería, además, saborear el tradicional pan con lechón, tamales, buñuelos, turrones, nueces y avellanas; nunca faltaba la cerveza bien fría o una copa de vino.