Cuba es una isla sin pescado, sin café con cafetales y con vacas que no dan ni leche ni carne

Redacción

Cuba es una isla sin pescado, sin café con cafetales y con vacas que no dan ni leche ni carne

Cuando Agustín, un tornero de 38 años que trabaja en una fábrica en la periferia de La Habana, probó la champola de guanábana, le preguntó a su esposa sobre el secreto para preparar una bebida tan exquisita.

Le gusta preparar en casa cenas abundantes, pero como gran parte de los cubanos, su cultura gastronómica es bien limitada y cada mañana desayuna café sin leche y pan con lo que aparezca. Sus hijos, almuerzan lo que haya quedado de la noche anterior o un pan con tortilla para ir engañando el estómago hasta que llegue la hora de la cena.

Él y su esposa almuerzan en el trabajo, donde ya se han habituado a lidiar con el arroz sin limpiar, los potajes aguados y sin sazón, y el plato fuerte simbólico. La comida, como se le dice en la Isla a la cena, es un tema bastante complicado.

La dieta básica para la gran mayoría de los cubanos es mucho arroz, potaje de vez en cuando y, los fines de semana, un muslito de pollo no muy grande o un bistec de cerdo de poco grosor.

El plato fuerte por excelencia en Cuba es el huevo, en cualquier de sus variantes: hervido, frito, revoltillo o tortilla. En ocasiones entra en la ecuación el picadillo de pavo que se vende en 1.10 pesos convertibles o el paquete de perritos que siempre salva una comida.

Cuando lo permite la economía se añade ensalada de lechuga, col o pepino, y mucho más esporádicamente el tomate y el aguacate. Los más afortunados, en las noches se preparan un jugo de piña, guayaba o fruta bomba.

Los mariscos, pescados y la carne de res, llevan mucho tiempo brillando por su ausencia en las mesas de los cubanos. Los elevados precios, la baja producción agrícola y las escasas ofertas, son solo algunas de las causas fundamentales que la dieta nacional haya quedado reducida a tan solo unos pocos alimentos.

Pudiera entenderse hasta cierto punto que no fuese tan económico comprar manzanas, peras y melocotones, ya que se trata de frutas importadas, pero las que se dan en el patio, como el anón, chirimoya, guanábana, mamey, canistel, níspero, ciruela, mamoncillo, tamarindo, mandarina o naranja es inconcebible que disfrutar de ellas sea casi un lujo.

Solo las personas mayores recuerdan aquella época en la que incluso los más pobres almorzaban picadillo de res con arroz blanco y plátanos fritos.

“En el mercado de Cuatro Caminos se podía escoger el pescado fresco que uno quisiera. Había frutas y verduras por todas partes. La malanga estaba botada y los dulces típicos se vendían en cualquier parte”, recuerda con nostalgia Gerardo, quien a sus más de 70 años trabaja cuidando el baño público de un bar en La Habana.

Para aquellos a los que casi no tenían tiempo de llegar a casa y ponerse a cocinar, la vida era mucho más sencilla con las cantinas o las fondas de chinos. En estos establecimientos, los precios eran muy baratos y se contaba con una gran variedad de alimentos.

En la actualidad Cuba se ha convertido en una Isla sin pescado, con cafetales sin café y con vacas flacas que ni leche dan.

Antes del 1959, hasta el cubano con menos recursos estaba acostumbrado a comer bien. Sin embargo, de aquellos platos solamente queda el recuerdo en quienes tienen más de 70 años en las costillas