La primera sociedad Abakuá de la que se tiene registro en Cuba tiene 200 años, pues se reconoce como fecha de creación el año 1820. Dicha cofradía fue integrada por negros de origen africano, unidos por la fraternidad y la reciprocidad que desarrollaron en un período de gran auge esclavista, comprendido entre la primera mitad del siglo XIX y que se sincretizó con el catolicismo y otros cultos ya existentes, siendo la fe, una vez más, un medio para evadir la represión y el sufrimiento que dichos miembros experimentaban en ese entonces.
De las sociedades diseñadas por los esclavos de origen carabalí o del Calabar (actual Nigeria), la primera fue Efí Butón. Sus miembros pertenecían a la tribu «apapá efí» y provenían de la dotación doméstica de una de las familias burguesas habaneras. Regla, fue el municipio «cuna» de dichas prácticas. En la organización solo admitían negros y no se permitían mulatos ni blancos. Entre sus integrantes se encontraron mayomberos, santeros e incluso católicos, porque la religión no entraba en contradicción con otras creencias.
A partir de ese momento en 1836, las alianzas en esta religión, denominan “juegos” o “potencias” a todos los grupos independientes y reconocen a sus miembros como “hermanos de sociedad” o “ecobios”, también apodados «Abakuá» o «ñáñigos» quienes se comprometen en un juramento secreto de buen comportamiento y autodefensa.
La primogénita organización estuvo caracterizada por una compleja organización jerárquica que se mantiene hoy en día con órganos de coordinación municipal en varias de las ciudades del país, a través de la cual se controla el cumplimiento de los reglamentos y principios básicos de la sociedad que, ya asciende a 123 potencias conocidas en todo el país.
En los plantes se celebran rituales secretos, celosamente guardados, materializados en un tambor llamado ekue, que representaba la voz de Abasí, el dios supremo sincretizado con Jesucristo. Los representantes de estas agrupaciones, cada 6 de enero conocido como «Día de los Reyes» realizan una peregrinación desde el Cementerio de Regla hasta el Monumento, donde anualmente expresan la disposición de mantener vivas sus raíces. De esta forma, se entiende que el ñañiguismo no puede desvincularse de las creencias africanas sobre la influencia de los antepasados en la vida actual; su representación es el Ireme o diablito, y dichas ceremonias religiosas son realizadas en templos, de los que se conocen 40 a lo largo del país.
En la sociedad solo son admitidos hombres que se encuentran bajo el siguiente concepto: «Hombre no es solo aquel que no es homosexual, sino el que refleja la más dignidad pura del ser humano como laborioso, fraterno, alegre, rebelde ante la injusticia, cumplidor del código moral establecido por los antepasados formadores del Abakuá. Aquel que es buen padre, buen hijo, buen hermano y buen amigo”. La iniciación en la sociedad se confiere a hombres que hayan demostrado habilidad en el okuto mágico.
La religión Abakuá se encuentra en los límites de la marginalidad y lo popular, conceptos que se han aunado erróneamente a lo largo de la historia. Dicha asociación, por desconocimiento, se asocia a personas con bajo nivel cultural, delincuentes activos o en potencia; por otra parte, los nuevos integrantes que se suman, la consideran como la máxima expresión de valentía. Queda a la posteridad, cambiar la perspectiva sobre dicha organización que, no por el secretismo con el que tratan sus temas, debe considerarse como marginal.